Capítulo 6
Dejé atrás a Agusto y llegué a una ciudad desconocida en el sur.

Aunque el clima y la comida no me resultaban familiares, al abandonar mi pasado, recuperé la esperanza en la vida.

Con los ahorros de todos esos años, alquilé una pequeña habitación humilde pero acogedora.

Encontré un trabajo como oficinista cerca. El salario no era alto, pero suficiente para mantenerme.

Cada mañana, al ir al trabajo, el dueño de la floristería en la planta baja, Río, me regalaba una sonrisa cálida.

Era guapo, alegre y amable.

Su sonrisa era como un rayo de sol que iluminaba mi corazón, dándome una calidez que no sentía desde hacía mucho.

Al principio, solo le correspondía con una sonrisa educada, después de todo, no nos conocíamos bien.

Pero al salir del trabajo, Río me entregaba una margarita.

—Celia, habrás tenido un día duro. Esta flor es para ti, espero que te guste— decía con suavidad, su mirada llena de sinceridad.

Aceptaba la flor, inhalaba su aroma suave y, de pronto, el cansancio del d
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