Perla
La mano de Fabiano sujeta la mía y enseguida lo miro.
—Adriano —Fabiano pronuncia su nombre con voz áspera—. Ella está bien así —dice él, quien con sutileza levanta mi mano y da un suave beso en el torso, mientras mantiene clavada su mirada gris en Adriano—. Así que para evitar problemas, discúlpate y sigamos con la conversación anterior.
En silencio lo miro y también sujeto su mano.
—¿Cuánto quieres por ella? —propone Adriano, mirando a Fabiano—. Me ha gustado mucho, no creo que sea problema. Es solo tu secretaria —La risa ronca de Adriano resuena entre nosotros, ocasionando que la mano de Fabiano apriete la mía y su mandíbula se tense.
¿Pero qué le pasa a ese imbécil?
—Ni un centavo. Ella no está en venta —dice Fabiano con voz tajante.
Adriano me mira y yo también lo hago.
—Entonces le preguntaré a ella —curva los labios—. Tendré muchos beneficios, linda. Una vida de lujos.
—Todo entre nosotros va muy bien, Adriano —dice Fabiano con voz rígida—. Pero no voy a permitir que la