Mientras Luz y Luis disfrutaban de su amor, Jorge contestaba la llamada de su padre.
—¿Qué pasa, papá?
—¿Cómo que qué pasa? —le contestó don Jesús, exasperado por la pasividad de su hijo—. ¿Ya hablaste con esa niña? ¿Se va a regresar o va a querer que vayas por ella?
—Nada de eso, papá. Me dijo que se va a quedar, que el hotel ya los tiene resguardados y que mañana se reunirá con sus compañeros.
—¿Qué? ¿Y averiguaste si el muchachito ese estaba con ella?
—No, papá, al parecer él se encuentra en una localidad cercana y, aunque me ofrecí a ir por ella, no quiso. De hecho, me comentó que ya había hablado con sus padres y que ellos estaban de acuerdo en que se quedara allá.
—Miguel no me dijo nada. Jorge, es urgente que enamores a esa chiquilla; necesitamos tenerla de nuestro lado a la brevedad. Su padre fue un estúpido al poner el negocio a nombre de sus hijas.
—Papá, pero ¿qué puede redituarte ese negocio? Tú tienes más negocios e inversiones más rentables. No entiendo por qué tengo que