No pude hablar con Jack, no me lo permitieron. Lo único que Anthony me alcanzó a decir antes de que saliera de la habitación con Rumer, fue que, tan pronto como pudiera, Jack hablaría conmigo. Pero en ese momento no sería posible, ya que estaba haciéndose cargo de la situación.
Los dos hombres con los que llegó Anthony me guían hacia una parte de la casa que no estuve antes, aunque claro, La Casa Blanca es inmensa y hay zonas donde nadie tiene permitido el ingreso, así que en tres semanas que he estado aquí no había manera de que la recorriera en su totalidad.
Los pasillos desolados me hacen sentir nerviosa, un miedo inquietante al no saber hacia dónde me llevan. Me aferro de las correas de Kansas y Nerón, sintiendo que ellos son mi calma y quienes me dan un poco de fuerzas en ese instante. Como siempre, son los que me sostienen y me dan la valentía que necesito.
Llegamos a un estacionamiento solitario, donde una van blanca nos espera. Uno de los guardaespaldas desliza la puerta corre