Ya habían registrado gran parte de Costa Enigma sin encontrar ni rastro del trabajador.
De pronto, a Daniela se le ocurrió una idea.
—¡Lo tengo!
—Señorita, ¿qué ha pensado?
Daniela respondió emocionada:
—Vamos rápido a un lugar. Sospecho que el trabajador podría estar allí.
—De acuerdo, señorita, vamos enseguida.
Daniela, que estaba sentada descansando, se puso de pie. Quizás por la prisa, al girarse torció ligeramente su tobillo y comenzó a caer.
—¡Ah! —exclamó Daniela, esperando el inevitable impacto contra el suelo.
Pero el dolor anticipado nunca llegó. Un brazo fuerte la rodeó repentinamente, sujetando su cintura con firmeza y protegiéndola dentro de un cálido y amplio abrazo.
Daniela levantó la mirada y vio el rostro de Nicolás con su máscara.
Nicolás había venido.
Acababa de bajar del coche y justo a tiempo vio a Daniela a punto de caer, atrapándola en el momento preciso.
Daniela no esperaba verlo allí. Su mente quedó en blanco por unos segundos antes de incorporarse rápidamente.