Justo en ese momento, la puerta del baño se abrió y emergió, Mateo, recién duchado.
Vestía una pijama de seda color negro. Escuchó que Luis estaba invitando a Valentina a salir.
Ella giró la cabeza. Al ver a Mateo, le dijo a Luis: —Te llamaré después.
Tras colgar, dijo: —Señor Figueroa, me retiro.
Extendió la mano para tomar su bolso.
Mateo habló, con indiferencia: —¿A dónde vas? ¿A divertirte con Luis?
Decidió que no valía la pena responderle y se dispuso a marcharse.
Pero la mano de Mateo la detuvo, sujetando su muñeca.
Paró en seco, notando lo elevada que estaba la temperatura corporal de él.
El calor que emanaba de sus dedos parecía quemar su piel.
El baño no había logrado refrescarlo, al contrario, parecía haberlo acalorado más.
Ella intentó liberar su muñeca, pero él la empujó contra la pared: —¿Hasta dónde has llegado con Luis?
Sorprendida, soltó su teléfono sobre la alfombra, rompiéndose.
Bajo la luz tenue de la habitación, su figura masculina la mantenía apretada a la pared m