Mateo miró a la mujer a su lado.
—Bájate.
Le ordenó que saliera del auto.
La dejaba abandonada a mitad del camino.
Aitana se bajó mientras la lujosa camioneta arrancaba velozmente, dejándola envuelta en una nube de gases de escape.
Ella pataleó de rabia.
...
Valentina ya había llegado a la mansión de los Figueroa. Estaba sentada en el sofá de la sala conversando con Dolores.
Pronto se abrió la puerta principal y junto con el aire frío del exterior entró alguien. Mateo había regresado.
La empleada doméstica se inclinó respetuosamente.
—Joven señor.
Mateo se cambió los zapatos en la entrada y avanzó hacia la sala, donde vio a Valentina.
No se habían visto desde aquel día en la enfermería. Ella había adelgazado, se veía más frágil, y su cara hermosa, lucía etérea, pero distante.
Había venido directamente desde la universidad y llevaba el uniforme escolar: camisa blanca, falda a cuadros y un abrigo encima. Su cabello negro estaba recogido en una cola alta, emanando ese aire de estudiante.