Mateo estaba siendo demasiado duro con Valentina, y ya se había excedido.
Valentina, con amargura, murmuró. —Sé que el señor Figueroa me odia.
—Espérame aquí mientras voy al parqueadero por el auto. —Dijo Luis, conteniendo las palabras que quería decir.
—Está bien. —Asintió Valentina.
Después de que él se marchara, se quedó sola esperando, cuando una figura apareció sigilosamente detrás de ella. Era Mateo, quien también había bajado, vistiendo un elegante abrigo negro que le daba un aire distinguido.
La observó mientras ella, con la cabeza gacha, miraba la punta de sus zapatos, perdida en sus pensamientos. Mateo apretó los labios y apartó la mirada antes de darse la vuelta para irse.
En ese momento, don Tigre llegó con sus secuaces y rápidamente notó la delicada y cautivadora figura de Valentina. —¡Es ella! Y resulta ser toda una belleza. —Exclamó con una sonrisa.
Sus hombres se entusiasmaron. —Señor, esta belleza supera incluso a las mejores cortesanas que hemos visto. Miren esa piel