Las ocurrencias de Camila la hicieron reír, desde anoche no había parado de despotricar contra Mateo y Luciana, su energía era impresionante.
En realidad, ella ya había aprendido a sanarse en medio del caos. Desenvolvió un chocolate y lo puso en su boca; la dulzura que inundó su paladar le dibujó una sonrisa: —Camila, descansa un poco. Ya nos ocuparemos de cobrarnos por cada agravio.
Camila sabía que su amiga iba a darles una lección a todos, ella era formidable. Solo le dolía ver el proceso; verla romperse y recomponerse cada vez, no imaginaba cuánto dolor debía sentir.
En ese instante, se escucharon algunos sonidos provenientes desde el cuarto de trastes. Valentina dejó el libro: —Empecemos con el director Estrada.
Ayer, Valentina sedó a Mario y mandó que lo llevaran a su apartamento. Cuando entraron al cuarto donde lo habían encerrado, atado y amordazado, comenzó a forcejear agitadamente.
Camila le quitó la mordaza, pero Mario solo miraba a Valentina con desprecio: —¿Cómo te at