Dolores miró el letrero "Spa de Pies Felices" mientras sorbía su smoothie y preguntó con curiosidad. —¿Qué tipo de lugar es este?
—¡Las invito a un masaje de pies! —Respondió ella con una sonrisa traviesa mientras arqueaba una ceja.
Las tres entraron con paso decidido al local, donde la dueña salió a recibirlas con entusiasmo. Valentina exclamó: —Señora, queremos tres masajistas hombres, ¡y que sean sus mejores y más guapos terapeutas!
—Por supuesto, clientas, por aquí, por favor. —Respondió la dueña.
En el restaurante, Mateo y Luciana cenaban envueltos en el ambiente romántico creado por las velas y la música. Cuando el teléfono de Mateo comenzó a vibrar: era una llamada de la mansión Figueroa. Al contestar, la voz angustiada del mayordomo, Fausto, se escuchó.
—¡Joven señor, tenemos un problema, ha ocurrido algo terrible!
—¿Qué pasó? —Preguntó Mateo, tensándose.
—¡La señora Dolores ha desaparecido! Salí por un momento esta tarde y cuando regresé ya no estaba... Estos días ha estado mu