Luis se tomó una ducha fría muy larga en el baño. Esta noche había sido demasiado extraña, sentía un fuego inexplicable ardiendo dentro de él.
Cerró los ojos y, usando toda su fuerza de voluntad, logró reprimir apenas ese fuego interno. Luego cerró el agua, se vistió y salió.
Al salir, vio que Sara estaba sentada en la cama. Ya había despertado.
Luis se sorprendió.
—¿Cómo es que despertaste?
Sara lo miró, con esa confusión somnolienta de quien acaba de despertar.
—Escuché que te levantaste a bañarte. ¿No te habías bañado ya? ¿Por qué fuiste a bañarte otra vez?
Era una pregunta difícil de responder. Luis solo pudo sonreír con incomodidad.
—¿Qué pasa? ¿Ahora tengo que informarte cuántas veces me baño?
—No quise decir eso —respondió Sara.
—Lo siento, parece que te desperté —dijo Luis.
Luego miró hacia el sofá.
—Esta noche dormiré en el sofá. Tú vuelve a dormir.
Iba a dormir en el sofá.
Al principio, Sara solo lo veía como un candidato para un matrimonio arreglado, y esta noche había plane