1.- Dyron.

Ver sus hermosos ojos llenos de horror frente a mí, hizo que mi estómago quisiera devolver su contenido, no puedo soportar que me tema. Yo deseo que me ame, nunca he querido asustarla. Y verla en los brazos de Harold me revienta como si fuese un detonador para mi mal humor e inestabilidad.

¡Control Dyron, control!

Parece mentira pero a raíz del tiroteo me encuentro sensible ante cualquier situación, en definitiva necesito volver a terapia regular.

Claudette se encuentra muy nerviosa y todos están tratando de que despierte, mi dulce consorte por supuesto se halla fastidiada por qué cree que Yoli está actuando, suelto su mano y se molesta, lo sé porque se dirige hacia los aseos para no ver que me acerco a ella.  Tanteo su pulso con cuidado en el cuello sin mirar al Rubio que la sostiene en brazos, Aurelia llora junto a Eva y Anton tiene una pregunta tácita en su mirada desigual. Yo solo asiento con sutileza para que sepa que si tiene pulso, el que se acelera con mi toque. Ya me ha reconocido, es solo que su mente es vulnerable a mí, todo su cuerpo se tensa al tomar la muñeca izquierda ¡sí, vuelve poco a poco!

— Denle espacio, Harold: siéntala por favor - me dirijo con rostro pétreo al chico que la sostiene y que quiero como menos, arrancar sus brazos por tomarse la ligereza de tocarla — ¿Quién sabe cuánto alcohol ingirió? - el chico obedece con renuencia pero al ver la expresión de su padre... cede sin comentar.

— ¡No lo sé, tal vez tres copas! ¿O cuatro? - menciona Eva — Le dije que no era buena idea - su resistencia al alcohol es nula y eso aunado al agolpamiento de los recuerdos da como resultado un choque emocional, eso último solo lo sabemos unos pocos. Ni siquiera su madre lo sabe.

— Permíteme Dyron, sé que al igual que yo eres médico pero la diferencia es que yo si lo ejerzo - puse los ojos en blanco entorno a la obviedad pero lleva razón y debo retirarme. Dick se encuentra cerca y eso me recuerda que no debo ahorcar al idiota de su hermano.

— ¿Se repondrá pronto? - la pregunta de Aurelia quedó en el aire mientras Nick "idiota" continúa cerciorándose de que Yoli solo está... ebria.

— ¡Claro que si mami! ¿Cierto Dyron? - el gemido de mi niña de porcelana rompe mi mal humor y da paso a una melancolía generada por las emociones y los medicamentos, mi cerebro se niega a descansar y todo esto se convierte en una vorágine de sentimientos encontrados. Sin embargo asiento forzando una sonrisa que espero la convenza.

Su abuelo se acuclilla a su lado para: además de darle espacio, tratar de con palabras dulces susurradas al oído, despierte. Lo logra. Ella abre los ojos con dificultad y su mirada perdida propia del efecto del champan deja entrever su confusión etílica. Sonríe a su abuelo. Este rebosa de felicidad al notar que no fue sino el impacto del licor en su cuerpo y la abraza con fuerza, ella llora y ríe bajo la confusión de todos mientras las caras de preocupación, miedo y desconcierto de sus familiares se van disipando.

— ¿Sabe quién eres, cierto? ¡Te recordó! - se acerca un Jonathan preocupado por no saber si Yoli hará comentarios.

— Si amigo mío, pero su intolerancia al alcohol le jugó una mala pasada - sonrío melancólico.

— ¿Ya despertó la marginal, está viva? - Ivette camina hacia Thamara y Claudette la detiene con un "aquí no" y ella gruñe — Tiene nueve vidas como los gatos - como siempre mi esposa tan dulce.

John se levanta y mira a Thamara con desaprobación pero, sin embargo la abraza con ternura y todo el amor que siente hacia ella. Le susurra algo al oído a lo que ella asiente con expresión casi arrepentida. Observo las manos de Yoli en su regazo, las frota como si tuviera frío pero su nerviosismo se nota a leguas al mantener la cabeza gacha, sumisa y temerosa. Esa combinación hace estragos en mí. La quiero abrazar y decirle que volvería a interponerme entre las balas solo para que ella estuviera a salvo. Por ahora no puedo hablarle. Debo mantener la distancia. Debo divorciarme.

— Yoli, mi niña ¿tienes hambre, te sientes mal? - asiente, no se a cuál de las dos preguntas pero ella... asiente.

Aurelia ordena que traigan el almuerzo y aunque son las tres de la tarde, todos se sientan alrededor de la mesa menos yo, no deseo incomodar y... aunque el incómodo en realidad soy yo, la mesa está completa, mi teléfono suena y en un instante paso de incómodo a preocupado porque es Isaac Benson a quien tengo del otro lado del auricular. Mis manos sudan y sé que algo sucede, él es mi espía dentro de la organización del Perro Ruso y si se arriesga a llamar es porque se encuentran cerca. Percibo la mirada de Anton junto a la de Jonathan y levanto un dedo expresando que vuelvo en un minuto, veo claramente apretar a John Sherman la mandíbula y a mi mejor amigo asentir.

— ¡Te estás arriesgando! - reclamo con voz neutra.

— ¡Es vital para la operación! - dice con el mismo tono.

¡Maldita sea, algo pasa. Estoy seguro!

— Entonces que la llamada no dure ocho minutos - escupo mirando a Dick que presiente algo.

— ¡Cuidado, están cerca. Vigilan de cerca! - la llamada se corta en seis minutos exactos y la ansiedad fluye por mi cuerpo como si fuera la sangre que bombea mi corazón.

Paso la mirada por los alrededores y no encuentro nada, mi guardaespaldas se acerca y lanza una mirada tranquila, veo el chaleco blindado que se marca por encima de su camisa impoluta y golpeo el mío con el puño, éste asiente complacido y me indica que vuelva dentro del restaurante. Obedezco y al llegar encuentro a todos entretenidos degustando las exquisiteces italianas y mi estómago se revuelve tratando de vaciarse. No puedo comer ahora, me siento intranquilo y alarmado por la advertencia de mi contacto. Debo adelantarme a sus movimientos, tengo a mi equipo escarbando cada madriguera, cada sitio donde los vieron por última vez. Debo exterminarlo para poder estar tranquilo y disfrutar de una vida libre, sin contratiempos inesperados entorno a lo que quiero construir con la pecosa que pone mi mundo de cabeza. 

Me dirijo hacia los aseos, debo estar seguro de que no voy a devolver lo que llevo en el estómago, ingreso y espero, vacío mi vejiga y continúo a la espera de que las náuseas se hagan presentes y no sucede, nada pasa. De pronto un calor sofocante me embarga y opto por quitarme el maldito chaleco que me asfixia.  Escucho ruidos fuera y me preparo para lo que sea, respiro profundo, abro la puerta de manera abrupta dirigiendo instintivamente la mano derecha hacia la cintura del pantalón en la parte trasera buscando mi arma, pero me siento paralizado y sin poder salir ya que la imagen que veo parada justo en frente de mi hace que las rodillas me fallen y que el estómago decida soltar la bilis caliente y amarga que viaja a lo largo de mi esófago, quedo sin aire. Me doblo hacia adelante y tomo apresando mis rodillas con fuerza para evitar caer al piso.

Mi respiración es casi nula, los pulmones me arden y trato de reponerme a lo que puedo calificar como un ataque de pánico. Yoli se encuentra asustada y nerviosa pero aun así, la considero más fuerte y valiente que yo al querer esclarecer sus dudas enfrentando el problema directamente, frota sus manos impaciente y angustiada como esperando algo de mi parte. Ya un poco más tranquilo y con la respiración ralentizada, los dolores disminuyeron junto con las náuseas y pude levantar la cabeza para ver como esa preciosa criatura me observa con admiración desde los zapatos perfectamente lustrados pasando por las piernas del vaquero y deteniéndose justo al nivel de mis músculos oblicuos - o eso creo ver - y continúa el camino deleitando su mirada azul claro con mi torso y pectorales, los cuales se marcan perfectamente por la camisa que llevo remangada a los codos pero el verdadero espectáculo es cuando me atrapa en esa preciosa mirada oscura y brillante, saboreando sus labios con esa provocativa lengua rosada y sedosa que hace de mí una bestia salvaje con la más prosaica intensión de lanzarme sobre ella y hacerla mía en este maldito baño público.

¡Pero no debo hacer eso!

¡Ella está confundida!

— ¿Sabes que llevas ya mucho tiempo aquí dentro? - afirma todavía con sus ojos oscuros y deseosos de... ¿mí? trato de no prestar atención a su rostro, temo no poder controlarme — Creo que debes salir, van a preocuparse - con cada palabra daba un paso adelante porque como mi apellido es "peligro" no le temo a nada.

Me ubico frente a ella y aspiro su olor que por cierto es delicioso, trago con dificultad pero logro rozar la piel de su brazo sutilmente, el vestido que lleva puesto la hace ver más pequeña, más niña pero su cuerpo ha cambiado, sus senos se ven aumentados de tamaño y su cadera redondeada hace un perfecto juego con su pomposo trasero, bello por cierto, tiene un poco más de peso y luce demasiado provocativa, sugerente, seductora ¡Dios, quiero besarla! pero no es buena idea. No deseo asustarla, aunque no veo que quiera salir corriendo de mi lado; todo lo contrario, la noto cómoda y confiada. Acerco mi brazo a su cintura con intención de apretarla contra mi pecho, es muy pequeña, eleva su rostro y lo hago ¡me atrevo! la arrimo hacia mí, ella jadea y bajo la cabeza para rozar sus labios porque me siento como un adicto que necesita su droga, mis glándulas salivales se activan llenando mi cavidad de agua, advirtiendo la necesidad casi desenfrenada que tengo no solo de besarla, sino de explorarla y llenarme de ella, impregnarme de su aroma, de su esencia.

— ¡Yo no lo haría si fuera tú, mi amor! - mi cuerpo rígido advierte el flash de la fotografía que nos acaban de tomar y ella brinca en su sitio enterrando el rostro en mi pecho. Hemos sido descubiertos... 

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