En la ciudad de Nueva York las personas caminan rápido, la mañana ha comenzado con una fina llovizna que moja todo en pocos minutos.
Evangeline se encarga de ir a la habitación de la pequeña Charlize, sin embargo, no es sencillo ver la mirada de la pequeña, desconcertada al verse con el vestido de la fiesta y que no sea Luz quien va por ella.
-¿Y Lucecita? ¿Sigue dormida, Evangeline?
-Eh, eso creo – la chica no sabe qué decir o que no decir -. Pero ahora vamos a levantarnos y luego vamos por un desayuno delicioso, el que quieras.
-Panqueques con dulce de leche, por favor – le dice ella sonriendo -.
-Por supuesto, mi princesa.
Mientras, en la habitación de Gerard, en una silla frente a la ventana, está sentado un hombre ojeroso, dolido, lleno de remordimientos y arrepentimientos. El hombre que alguna vez se plantó en los juzgados de manera implacable, don