—No estoy seguro, pero tiene el número privado del alcalde, mejor saca el dinero y haz las cosas bien —susurró Dionisio, inmediatamente tomando distancia de Lisandro.
—Ja, ja, un simple número telefónico asusta así al subdirector, parece que no tiene mucha valentía.
—Este mocoso no debe tener ni veinte años y anda con campesinos, ¿cómo podría tener contacto con alguien como el alcalde?
—Probablemente consiguió el número por casualidad, ¡quién sabe si alguien contestaría si lo llama!
Lisandro se rio con desprecio mientras pasaba junto a Dionisio.
Al escuchar el tono burlón de Lisandro,
Dionisio sintió instintivamente una oleada de vergüenza y rabia.
Sin embargo, pensándolo bien, las palabras de Lisandro tenían sentido.
Si Faustino realmente conociera al alcalde, ¿no lo habría llamado ya para resolver esto?
¿Por qué perdería tiempo aquí con él?
¡Probablemente era como decía Lisandro, un número conseguido por casualidad que el alcalde ni siquiera contestaría!
¡No había razón para temerle!