—Cállate, no pasa nada. ¡Todavía no estoy muerto! —dijo Dante, tan enfadado que no escuchó a Ulises. Incluso atribuyó su mareo a la rabia que sentía por Faustino.
—Ay… —suspiró Ulises, callándose.
—Daniela, me has decepcionado mucho. Creí que mi sinceridad te conmovería, pero no solo ignoras mis sentimientos, ¡sino que estás con este insecto! ¡Me has destrozado el corazón! —dijo Dante, con lágrimas en los ojos, mirando a Daniela. Pero Daniela lo interrumpió con firmeza:
—Cállate. Faustino no es un insecto, ¡es mil, diez mil veces mejor que tú! ¡Si no fueras hijo del gobernador, no serías nada! ¡No tienes derecho a menospreciarlo!
Ulises estuvo de acuerdo en silencio, conteniendo las ganas de aplaudir.
—… ¿De verdad soy tan bueno? —Faustino no esperaba que Daniela lo elogiara tanto. Pero al oír cómo Daniela lo alababa y menospreciaba a Dante, este último se derrumbó. Con los puños apretados, gritó a Faustino: —Faustino, ya que Daniela te considera tan bueno, ¿te atreves a luchar conmigo