— Hola, amor... — se acercó a ella y la besó— ¿me extrañaste?
— Con desesperación — puso sus brazos alrededor del cuello de Gonzalo—pensé que te habrías olvidado de mí.
—Nunca, preciosa, nunca.
— ¿Hablaste con tu familia?
— Sí y quieren conocerte.
— ¿Quieren o les exigiste?— le preguntó preocupada— no quiero imponerme ante nadie. En realidad, creo que podrías darles tiempo para...
— Para nada...—le detuvo—van a conocerse y si funciona bien, fenomenal, si no, ya veremos cómo lo resolvemos en el camino. Tendremos una comida familiar y tu estarás allí. Voy a organizarlo todo. Quiero presumirte delante de mi gente.
— ¡Ay, por Dios! ¿No crees que sería mejor uno a uno?— replicó intimidada por lo que podría significar.
— Todos de una vez. ¡No te preocupes por nada! Te van a amar tanto como yo.
— ¡Sí, suéñalo!— suspiró sabiendo que nada iba a ser tan fácil como él sugería.
— Preciosa, no sé tú, pero yo estoy exhausto. Quisiera tomar un baño y cenar algo... ¿te apetece una pizza?
— ¡Me encant