Me puse un vestido de encaje negro que me llegaba a la mitad de los muslos, haciendo que mis piernas se vieran alargadas, pero sin dejar de ser elegante. A Leo le encantó el largo del vestido. Las mangas cubrían tres cuartos de mis brazos y eran ajustadas, a pesar de que se podía ver mi piel a través del encaje, no se veía vulgar, sino muy elegante. Dejé mi cabello suelto y lacio, pensando que nunca me había sentido tan bien con mi cuerpo y mi cara, hasta ese momento.
No me puse mucho maquillaje, sabía que no lo necesitaba.
Leo silbó apenas me vio, yo le sonreí antes de bajar la mirada a mis pies. Los tacones negros que llevaba eran hermosos y combinaban a la perfección con el vestido, sostenía un bolso negro y me coloqué unos aretes pequeños de diamantes que Leo me había regalado.
"Te ves preciosa, Amelia." Me dijo un halago, así que le sonreí.
"Tú tampoco te ves nada mal." Le respondí, admirándolo.
La verdad era que él siempre se veía increíble. En ese momento, llevaba pantalón neg