No quería parecer desesperada porque no era así, solo estaba intentando tranquilizarme, pero viendo cómo iban las cosas, tal vez mi corazón no lo resistiría. Necesitaba prepararme para lo que pudiera suceder entre nosotros y aceptar la posibilidad de que esto no funcionaría y estar lista para seguir adelante.

"Amelia." Volvió a llamarme, tocando suavemente mi muslo.

"Por favor, mírame." Me pidió con una voz delicada, casi suplicándome, pero yo no podía verlo. Si lo hacía, lloraría en frente de él y eso era justo lo que no quería.

Leo me jaló hacia él con fuerza, obligándome a mirarlo, tocó mi mentón suavemente y lo levantó para que lo mirara a los ojos.

Sabía que mis ojos estaban un poco llorosos porque estaba triste, pero intenté verme desafiante, como si no pasara nada. Sin embargo, no me atreví a hablar porque, si lo hacía, sabía que se me iban a salir las lágrimas.

De la nada, los labios de Leo tocaron los míos, besándome con una mezcla de intensidad y ternura que no podía explicar