Elia se recostó en el respaldo de cuero, mirando la oscuridad afuera, con voz ronca y áspera: —¿Cómo decírtelo? ¿Esa noche no te fuiste a beber? ¿No permitiste que Yulia dejara la marca de su lápiz labial en tu camisa? ¿No regresaste diciendo que no era necesario separarnos, que mejor nos divorciáramos directamente? Sí, nuestro matrimonio no comenzó por amor, pero tampoco tenía que llegar a ser tan humillante.
Recordar ese pasado siempre resultaba amargo, diluyendo la poca dulzura que había habido.
Ahora al verse otra vez, solo eran los padres de Erik y Cecilia.
Elia no era una persona sentimental, pero aún así se le humedecieron los ojos, aunque rápidamente lo disimuló. Giró la cabeza para mirar a Luis: —Cuando tengas tiempo, ve a ver a Erik y Cecilia. Tu mamá debería alegrarse mucho al saberlo.
Dentro del auto estaba oscuro, ocasionalmente las luces de los edificios se filtraban al interior, reflejándose en su rostro delicado. Su piel era blanca, la punta de la nariz rojiza, con aspe