Luego abrió lentamente los ojos otra vez y miró a sus padres:
—He caminado por este mundo y no me arrepiento. Nací en una familia muy rica y próspera, con un poco de esfuerzo obtuve mucho, he sido mucho más afortunado que muchas personas, y además conocí a Aitana. Si no hubiera estado tan cegado, Aitana y yo habríamos sido muy felices. Aunque me vaya con pesar, siento que mi vida ha valido la pena.
Fernando tenía lágrimas colgando de la nariz y no paraba de asentir.
Lina estaba aún más devastada, no dejaba de pedir perdón, no dejaba de decir que ella había arruinado a su hijo.
Damián se recostó suavemente hacia su madre, era la última vez.
Miró la oscuridad de la noche tras el ventanal, con voz tierna y ronca:
—Mamá, antes yo no creía en el destino. Siempre pensé que el destino estaba en manos de los fuertes, por eso me aferré al poder y la fama, hasta el día que murió la abuela de Aitana, entonces supe que en este mundo hay demasiadas cosas que el dinero no puede comprar.
—¡Pensé que