Damián se sobresaltó.
Volteó la cabeza y vio a su madre.
El aspecto de la señora Uribe era terrible: cabello desordenado, maquillaje corrido por las lágrimas, nada quedaba de su imagen de dama elegante.
Damián pensó que había venido a despedirse, así que agitó la mano y continuó hacia el control de seguridad.
La señora Uribe entró en pánico, corrió tras él y gritó—
—¡Damián, no puedes irte!
—Aitana está embarazada.
—¡Aitana está embarazada! Damián, vas a ser padre, es verdad, vas a ser padre.
...
En el control de seguridad.
Damián estaba de pie en la plataforma, con los brazos levantados mientras el agente lo revisaba, cuando escuchó una voz familiar que parecía hablar de un embarazo, de ser padre.
Frunció el ceño.
Mariana, a su lado, sonrió levemente: —Damián, vamos a la sala de espera.
Pero la señora Uribe se abalanzó hacia ellos, con el cabello alborotado y un historial médico en la mano. Llorando, gritó a su hijo a través de la multitud: —¡Damián, este es el registro prenatal de Ai