Instinto de protección

La anciana que recién despertaba de su inconciencia, fue informada la enfermera que la estaba cuidando lo que había sucedido con ella y que una amable joven la había auxiliado y no se apartó de su lado hasta que fue atendida.

— ¿En donde está ella? ¿en dónde está la joven ahora? quiero verla para darle las gracias, quiero recompensar su acto de generosidad, gracias a ella no quede en medio de la calle expuesta a todo.

— Ella no está, pero en administración dejó todos sus datos, la chica se comprometió a pagar todos sus gastos aunque fuera en pagos, se ve que es de escasos recursos aunque es muy hermosa y por lo visto bondadosa.

Un séquito de guardaespaldas que venían detrás de un entrajado hombre, estaba causando revuelo afuera de la habitación de la anciana, la puerta de abrió abruptamente, se podía ver la preocupación en los fríos ojos del hombre que entró.

— ¡Abuela, estás aquí! ¡por fin te encuentro, te he buscado por toda la ciudad! ¿qué fue lo que te pasó? tienes el brazo herido, ¿por qué sigues saliendo sin compañía? ¡ve lo peligroso que es, no puedo perderte abuela, no me vuelvas a hacer esto! — Nathanael, estaba muy preocupado por la salud de su querida abuela, el hombre era un cabrón, cruel y frío, pero no con ella, su abuela era como una madre para él.

— Tranquilizate querido, tu abuela no va a ir a ninguna parte, es por eso que te insistí tanto en que te busques una buena mujer para casarte y tener hijos, quiero que me des nietos y poder conocerlos antes de morir.

— De eso quería hablarte, he conocido a la mujer perfecta para ser mi esposa...

— No, yo he conocido a la mujer ideal para que sea tu esposa, tiene un gran corazón, no es ambiciosa y dicen por ahí que es muy hermosa, dale la oportunidad y conócela, los citaré mañana a los dos — dijo la señora Castrioli, emocionada.

— Está bien abuela, a ti no puedo negarte nada, ahora descansa, el médico dijo que afortunadamente solo tienen unas abrasiones en el brazo pero que estás perfecta, nos podremos ir apenas tramitemos el alta.

El CEO dejó a su abuela en su recámara descansando después de salir del hospital y regañarla por todo el camino, el preocupado nieto no sabía que su abuela había salido a una casa de empeño, le había llegado información de que había unas joyas de su difunta hija, esas que el patán desobligado de su yerno había vendido, ella quería recuperarlas por qué así sentía un poco cerca a la madre de Nathanael.

El CEO ignoraba muchas cosas por qué era muy pequeño cuando todos los problemas con sus padres pasaron, pero ella jamás podrá olvidar como su adorada hija murió en aquel accidente de tránsito por salir a buscar a su mujeriego marido, el padre de Nathanael, era un hombre de ascendencia árabe, un tipo muy atractivo del que Nathalia se enamoró a primera vista, pero resultó ser una mala cabeza que solo la hizo sufrir.

Mientras tanto en la oficina de la compañía Castrioli, Nathanael, repasaba la información que había pedido a su mando derecha Jael Luna, su hombre de confianza, que investigara todo de la chica que había venido a la entrevista, era justo lo que en esos momentos leía.

— Todavía no entiendo para que me pediste está información Nathanael, es una chica muy bella sí, pero además de eso no tiene nada más que problemas, tiene un hermanito enfermo de leucemia, trabaja de sol a sol para pagar... o bueno intentar pagar los medicamentos que necesita el niño, es una pena por qué solo tiene cinco años.

— Es graduada en enfermería, su madre murió de un infarto fulminante, tiene un padre pero este tiene otra familia, familia que la rechaza a muerte, por cierto, escuché rumores de que hubo un disturbio con las aspirantes, específicamente con esta misma chica, ¿qué fue lo que pasó? Jael.

— Una de tus jefas de departamento resultó ser la hermanastra de la joven que estás investigando, quiso evitar que entrara a la entrevista, ni siquiera la súplica de la Srta Vanessa Di Monti, pudo conmover a la cruel mujer.

— Su hermanastra Para ti Jael, quiero que la despidas de inmediato, ninguno de mis empleados tiene derecho de tratar mal a los aspirantes — sin darse cuenta en Nathanael, había nacido el instinto por proteger a esa fierecilla salvaje.

El asistente rodó los ojos, no sabía a qué se debía toda esta investigación, conocía a la perfección a su jefe y amigo, era un mujeriego discreto pero al fin y al cabo mujeriego, no había mujer que le durará por más hermosa que está fuera, Nathanael, siempre terminaba aburriéndose de ellas y las dejaba sin miramiento alguno.

— Si, si, lo que digas, mejor cuéntame ¿qué pretendes con esta chica? ¿la piensas ayudar con los gastos de la enfermedad de su hermano? ¿quieres darle trabajo para que cuide de tus hijos o de tu abuela? me tienes muy intrigado por el interés que muestras por ella, ¿para qué es que la quieres? habla ya.

— La quiero para que sea mi esposa, la abuela quiere que me case con una mujer adecuada y le de un nieto, le he propuesto que firme un contrato conmigo, solo serán un par de años a lo mucho tres, la recompenso excelentemente bien y así todos ganamos.

El asistente casi tenía la mandíbula hasta el piso, no podía creer lo que escuchaba, el incasable CEO Nathanael Castrioli, estaba pensando en sentar cabeza y tener hijos, Jael, pensó que estaba soñando.

— ¿Te drogaron o te golpeaste la cabeza? ¿qué hiciste con mi jefe? ¡seguro que eres un impostor, mi amigo jamás habría pensado en el matrimonio! primero muerto que casado — el asistente tenía la mirada entrecerrada en su amigo, necesitaba una contraseña secreta para no seguir dudando que era él en verdad.

— Deja de decir estupideces jael, no creo en el matrimonio ni en el amor de esposos, solo lo hago por la abuela, ella quiere verme viviendo en pareja con una esposa y que le dé un nieto pronto, ese es el deseo de mi viejecita y aunque sea todo lo contrario a lo que yo quiero, le daré gusto sus últimos años de vida, ella es todo lo que tengo.

— ¿Qué no tienes un tío loco por ahí suelto?

— Aaahh... sí, ese infeliz es la cruz de mi abuela, un parásito inútil que lo único que sabe hacer es beber alcohol y andar de fiesta en fiesta, nunca en su patética vida ha trabajado, ¿para qué? si sabe que barbara Castrioli le da todo, no sabes que ganas tengo de cortarle el cheque que la compañía le envía cada mes.

— Pero volviendo a la chica Di Angelo, ¿por qué ella, ,Nathanael? puedes elegir entre las docenas de hermosas mujeres que darían cualquier cosa por convertirse en tu esposa y subir de estatus ¿qué tiene esa humilde joven para que la eligieras...?



La aguerrida Barbara Castrioli, había enviado a su chófer a buscar a la joven que le ayudó en su accidente, necesitaba compensarla por su noble gesto y de paso presentarle a su indomable nieto, algo le decía que podía resultar que está vez Nathanael encontrará el amor.

Los toquidos de la puerta alertaron a Vanessa , ella acababa de darle de cenar a Adrián, por su mala condición no tenía muchas energías y se había vuelto a quedar dormido, así que fue a abrir la puerta.

— Buenas noches, ¿es usted la señorita Vanessa Di Angelo? — el amable chófer de la familia Castrioli preguntó.

— Si, soy yo, ¿para qué me está buscando? — Vane, estaba un poco confundida ella no esperaba a nadie y no conocía al hombre.

— Soy el chófer de la señora Castrioli, la mujer que usted ayudo al haber sido arrollada, mi señora quiere poder compensar su buena acción.

— Oh no, no necesito una recompensa, dígale que no es necesario y hágale llegar mis saludos por favor, pero solo para estar claros, ¿su señora pudo pagar los gastos médicos en el hospital? — a Vanessa le había llegado recién una notificación de deuda del hospital, amenazaban con no recibir más a Adriancito si seguía retrasándose en el pago.

— Escuche jovencita, mi señora pide verla mañana por la tarde en el café los soles, ella quiere hablarle de algo que considera importante, no puede faltar, que tenga buena noche señorita Di Angelo.

Ese era el lugar de trabajo de la joven, Vanessa, ella era feliz trabajando en ese café, pero tenía que buscar otro empleo, uno solo no le alcanzaba para todo, por un momento quería poder aceptar la recompensa de la mujer que ayudó para ponerse al corriente con los pagos del hospital pero su orgullo no se lo permitía, buscaría trabajo y cubriría los gastos, costara lo que costara, esa noche Vane, se quedó dormida temprano, estaba tan agotada física y mentalmente que no quiso saber más de sus problemas solo por esa noche

Mientras tanto en la oficina, Nathanael, se mordió la lengua para no decirle a su amigo que la razón por la cuál quería a Vanessa Di Angelo, como su esposa era por qué lo había rechazado, la mujercita lo mando al diablo, a él, al soltero más codiciado del país, al que ninguna mujer le decía que no, eso había lastimado su orgullo de hombre profundamente.

Al día siguiente por la tarde, Vanessa comenzaba su turno en el café, su jefe un apuesto chef de veinticinco años recién graduado, era muy amable con ella Jeremy Robinson, la amaba en silencio pero no había podido acercarse a ella por qué tenía novio y parecía quererlo mucho.

Vanessa, había salido a buscar otro trabajo que le ayudara a pagar las medicinas y el tratamiento de Adrián, quería también poder ejercer su profesión pero no contaba con que recibiría una propuesta demasiado inusual.

La señora Barbara Castrioli, llegó al café acompañada de su chófer, tomó asiento en una de las mesas del fondo, ella le sonrió a Vanessa, al verla acercarse.

— Buenas tardes señora Castrioli, me da mucho gusto verla tan... recuperada.

— Llámame Barbara, querida, quiero presentarte a mi nieto, es muy apuesto ya verás, él está a punto de llegar.

Vanessa, le sonrió con mucha simpatía a la matriarca de los castrioli, lo que hizo recordar a la anciana a su difunta hija, la joven tenía la misma aura buena que su Nathalia, ella lo podía sentir, más la sonrisa de Vanessa se esfumó cuando vió llegar a un trajeado hombre seguido de su séquito de guardaespaldas.

— ¿Qué... que hace usted aquí? — la joven preguntó sorprendida.

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