Lia no pudo evitar vibrar cuando se bajó de esa limusina. El aire cálido que golpeó su rostro la ayudó a respirar mejor, ahora mismo solo caminaba sin parar, sintiendo esos ojos negros encima de ella detrás de su espalda.
No giró, ni vio de reojo si el auto y todo el comité de seguridad del jeque había arrancado, su único objetivo era medio saludar en la entrada, sacar su llave electrónica e ir a ascensor para llegar rápidamente a su habitación.
“Lia… es un lindo nombre”, recordó esa forma de pronunciarlo en esa boca gruesa y después que las puertas del ascensor se cerraron, sus ojos se reprimieron.
—Dios… ¿Qué voy a hacer con mi vida?
Sus labios hicieron una especie de movimiento por lo que tuvo que apretarlos duramente.
¿Sabría Mila lo guapo que era ese hombre con el que iba a traba