Cuando su teléfono vibró con intensidad a su lado, el corazón de Said saltó como nunca, y se giró para encontrar el número que esperaba que lo llamara. Deslizó su dedo por la pantalla y caminando hacia la terraza, vio como la vista de Londres se deslumbraba ante sus ojos.
Estaba en el último piso de un gran edificio, y toda la planta entera estaba a su disposición.
—¿Sí?
—Señor… ella ha aceptado… ahora mismo estoy esperándola en el estacionamiento de su edificio.
El aire salió pesadamente de su cuerpo y luego aspiró uno, que le pareció limpio y liviano, producto de la respuesta que recibía.
—Perfecto… ¿Cómo? ¿Cómo se veía ella?
—Creo que nerviosa… pero feliz…
—Bien… llámame cuando vengan en camino.