Capítulo 2

Aunque el sueño se estaba apoderando de Lia, no pudo evitar abrir la boca ante la impresión cuando sus pies se bajaron del auto que las recogió en el aeropuerto enviado por el hotel. Ambas tenían una especie de bufanda que improvisaron con ayuda de las azafatas, para elaborar una especie de Hiyab en sus cabezas, nadie que pisara el suelo de Arabia Saudita podía entrar sin este atuendo.

Este país en exclusivo era uno de los más rígidos de los países árabes, allí mismo donde se encontraba la meca, y para los creyentes consideraban un lugar sagrado.

Debían ser al menos las siete de la mañana en Inglaterra, y por lo que investigó Lia, ahora mismo en Riad eran las nueve de la mañana. Dos horas de diferencia.

El hotel que estaba en su frente era una exageración de lujo. Ahora mismo no entendía cómo pudieron pagarle a Mila su estadía aquí, y además permitieran llevar un acompañante. El estremecimiento de vergüenza la arropó al instante cruzándose de brazos sin dar un solo paso más.

—Esto es…

—Precioso —terminó su amiga con una sonrisa, mientras observaron como varias personas venían a recibirla—. He estado en varios lugares del mundo, y definitivamente el mundo árabe es ostentoso.

Lia se giró a ella sin tener palabras para corresponderle, hasta que dos hombres le dieron la bienvenida instándolas a que entraran para ser atendidas dentro de las instalaciones.

—Buenos días, mi nombre es, Mila Jones… —llegaron hasta la recepción donde descargaron las maletas—. Mi reserva está a nombre de Land-Internacional…

—¡Buenos días, bienvenidas! —un hombre en la recepción contestó tecleando su portátil, mientras dio una sonrisa cortés—. Perfecto… su reserva es hasta el lunes por la mañana, ¿me permite su identificación y el carnet de la empresa?

—Por supuesto —aseguró Mila sacando su identificación, que el hombre tomó para comprobar en su computador.

—Señorita Jones, dos botones la acompañarán a usted y a su compañera de cuarto, junto con el equipaje y las llaves. El hotel se hará cargo de las comidas, y de cualquier tentempié que deseen… por las noches hay bebidas por si desean pedirlas, ustedes pueden sentarse en las mesas de área común para charlas, aunque siempre le dispondremos a alguien para que las acompañe, solo déjenos saber.

Mila abrió los ojos pellizcando por lo bajo a Lia, entre tanto esta enrojeció de pies a cabeza.

—Muchas gracias, señor… quiero preguntar… ¿La playa está cerca?

El hombre sonrió.

—Tenemos un espacio de ella privado solo para miembros del hotel… solo quiero advertirles que a pesar de que sean extrajeras, no hay posibilidades de llevar trajes de baño básicos. El hotel puede ofrecerle un catálogo si lo desean, pero esta parte tendrá un cargo adicional.

—Claro… entiendo —respondió Mila con respeto.

—También quiero aconsejarles que, siempre que quieran dar un paseo, requieran un guía del hotel porque no es aconsejable que anden solas…

Ambas conocían que era parte de su cultura, y aunque no iban a llevarlas detenidas por esa razón, era casi obligatorio que un hombre las acompañara.

—Lo entendemos —respondió Mila son una sonrisa, su empresa ya llevaba algunos meses preparándola para esto, eso sumado a que Lia le preguntaba todo tipo de cosas del mundo árabe porque ella lo desconocía, pero que amaba con locura. Así que debía estar preparada para cualquier pregunta de su parte.

Por un momento pensó, «¿Cómo Lia amaba algo que no conocía?», cuando se diera cuenta de que todo no era el cuento de hadas, tal vez se cayera de la nube. «Por supuesto esto era solo un concepto propio», pensó Mila.

El hombre sonrió de nuevo para ellas, pero en este momento estaba siendo más serio que unos minutos antes. Él no sabía si ellas entendían la cultura o no, y su responsabilidad siempre era guiar a todos los extrajeron que se quedaran en el hotel.

Porque este no era cualquier hotel, era uno de los primeros en la lista de la revista de la ciudad. Hyatt Regency Riyadh Olaya, 5 estrellas.

—Nuestra ciudad es muy segura, solo les doy recomendaciones para que su estadía sea placentera. Nuestros hombres son muy respetuosos, pero ya saben, en cada parte del mundo siempre hay personas malas, es mejor que estén acompañadas, ya que ustedes son extrajeras… y por supuesto, son mujeres.

Lia vio que el hombre estaba un poco incómodo y tomó el brazo de Mila susurrándole muy bajo.

—Di a todo sí… no quiero que nos saquen de este país antes de tiempo…

Mila quiso reír ante las palabras de su amiga, y tomando sus papeles, agradeció al hombre para comenzar a caminar rumbo al ascensor donde las dirigieron.

—No temas a todo aquí, tampoco creas todo lo que ves en internet. Nadie está subyugado aquí, es solo una cultura muy diferente a la nuestra, y ya que estamos hablando, iremos enseguida a comprar algún hiyab mejor que estas bufandas, también quisiera unos vestidos más presentables que nuestra ropa para los eventos y para salir a la calle.

—Pienso lo mismo que tú… —respondió Lia moviendo su pie entre tanto el ascensor subía cada piso—. Si alguien no está de acuerdo con esto, pues que no venga, hay que respetarlos, es su país.

Ambas esperaban que los botones no la entendieran, pero en cuanto entraron a su habitación, ellos se despidieron hablando perfectamente el inglés haciendo que las dos chicas enrojecieran ante la vergüenza.

—¡Somos unas tontas para ellos! —rezongó Mila, pero se detuvo al ver a Lia con la cara de impresión—. ¿Qué ocurre?

—Mila… esto es más grande que mi casa entera, y… mira… —ella señaló la pared de vidrio que asomaba la vista de todo el paisaje, o de la gran ciudad, estaban quizás en el piso 30 o 40, ni siquiera se fijó en el número de ascensor—. Yo…

Mila sonrió.

—Me encanta ver esa cara. La pasaremos bien aquí, aunque a veces te aburrirás cuando esté en el trabajo, que será la mayor parte.

Lia alzó los hombros observando hacia afuera

—Lo sabía desde el principio, no te preocupes por mí, el hecho de que esté aquí ya es muy emocionante.

Mila soltó el aire caminando hasta la pared de vidrio y en silencio contempló la ciudad. Vino aquí por trabajo, pero supo que de acuerdo a todos los trabajos perfectos que había hecho, su feje la tenía en alta estima. No se enfadaría si Lia la acompañaba en algunas ocasiones…

—Escucha —se giró hacia ella—. Tendré un almuerzo con mi jefe aquí en este mismo hotel… no creo que haya problema de que me acompañes. Hay unos puntos nuevos que deben explicarme porque esta noche tendré que asistir a una reunión y por la mañana con tu mundo de hombres árabes.

—¿Y por qué no te acompaño a esa reunión más bien? —Lia sonrió con picardía.

—Eso es un gran NO, pero en definitiva preguntaré si mañana por la noche en una reunión más social, me podrías acompañar.

Lia mordió su labio.

—¿No crees que te estarías pasando?, no tengo problema con quedarme aquí, o hacer algunas cosas en el hotel.

—¿No escuchaste al hombre? No podemos salir solas…

—Bueno… ¿Vamos por los hiyabs antes de tu reunión? La presencia es muy importante —la pico Lia de nuevo mientras Mila resopló.

—Yo debería estar durmiendo a esta hora, señorita… ¡Pero anda!, no me coloques esa cara de perrito enfermo y busca tu bolsa. Buscaremos un hombre para que se aburra con nuestras compras…

Lia buscó su bufanda de nuevo, y decidió por colocarse una chaqueta que hiciera juego con vestido.

La ciudad era magnífica, sus edificios y construcciones le parecieron irreales a Lia, y la emoción que reflejaba su rostro solo hacía que Mila riera todo el tiempo.

Demoraron tres horas en el proceso, compraron además de unos hermosos hiyabs, y unos vestidos al estilo árabe que le servirían mucho en su estadía. Incluso aun no sabiendo que Lia iría en la noche del sábado, había encargado uno más presentable a la encargada para que no tuviesen contratiempo en último momento.

Ambas chicas llegaron al almuerzo del hotel, acompañadas por el mismo hombre de la mañana que se hizo amigo de ella a los minutos, eso gracia a las tantas habladurías del camino.

—Señor Almer —el hombre se giró en cuanto escuchó a Mila, y no dudó en levantarse junto a su acompañante.

—Mila, bienvenida…  él es el señor David Brunel.

—Un placer señor Brunel, encantada de conocerle —Y girándose un poco, ella tomó del brazo a Lia—. Ella es mi amiga Lia James… me acompaña en esta oportunidad.

Ambos hombres se presentaron sin darle mucha importancia de la nueva y luego les asomaron los asientos para comenzar.

—¿También es usted experta en el comercio internacional y las relaciones públicas? —preguntó el señor Brunel con interés hacia Lia, quién miraba la carta con el ceño fruncido, totalmente distraída.

Mila le dio un codazo y en cuanto la vio parpadear despistada, intervino.

—Ella es administradora…  —pensó por un momento y luego agregó—. Trabaja con un importante abogado en Londres… él es empresario a la vez, aunque no terminó algunas carreras, Lia sabe de leyes y maneja la contabilidad al pie de la letra. He tenido mucha ayuda con ella.

A Lia casi se le cae la quijada, Linkins no era nadie importante y mucho menos un significativo abogado.

Cómo pudo tragó duro entre tanto le preguntaba a Mila por qué estaba diciendo estas cosas con los ojos.

—¡Oh, que bueno…! Lo mejor es la experiencia, nos alegra que haya acompañado a Mila, quizás adquiera algunas destrezas de este viaje…  —agregó el hombre seguro.

—Es lo mismo que le dije… —Añadió Mila sonriendo, picándole el ojo a su amiga para luego ver al camarero llegar y así tomar sus pedidos. Cosa que Lia agradeció. Iría anotando todas las mentiras, que aún no sabía con qué fin las estaba diciendo Mila.

La conversación social se hizo a un lado cuando el jefe de Mila, Almer, comenzó a darle detalles del fin de semana.

Lia guardó silencio en todo momento mientras degustaba una de las comidas más exquisitas que había comido en mucho tiempo.

Por lo que logró entender, el señor Almer estaba informándole a Mila que habría una reunión por la noche agregada de último momento a su itinerario, con altos comisionados de gobiernos de los países árabes. Dio algunos pormenores de dicha reunión, pero en el instante en que estaba dándole una lista de las entidades importantes, el hombre que estaba a su lado intervino:

—Hay una situación Mila, por el cual estoy aquí —le habló con familiaridad—. Tengo un contacto influyente en el conjunto de países árabes, que me pidió a alguien de confianza para trabajar con el gobernante de Kuwait.

En este momento toda la atención de Lia se detuvo en el rostro un tanto conmocionado de Mila. No entendió su silencio, pero aun así la vio asentir haciéndole ver al hombre que le agradaba la idea.

—¿Por qué a un extranjero?, he escuchado que son celosos en sus puestos.

El hombre asintió con total seriedad.

—Hay… un problema interno. El anterior feje de estado, que ellos llaman Emir o Jeque, ha sido asesinado.

Lia no pudo evitar conmocionarse ante la noticia. Incluso su comida a la mitad, dejó de ser apetecible.

—Tengo mucho personal trabajando conmigo, Mila. —Agregó Almer—. Pero no todos son de mi confianza para este asunto. Y si consigues mantener este trabajo por algunos meses hasta que desista de tu ayuda, nuestra empresa va a posicionarse entre las mejores.

Lia vio como su amiga enrojeció. Ahora entendía que Mila era muy importante para ellos. «Demasiado», pensó.

Entendió en este punto, el por qué la dejaban traer a una amiga a este viaje. Mila era quizás la joya en la empresa, y jamás le dirían que no a nada. Por un momento se sintió orgullosa de ella, pero a la vez le dio miedo en el lío en que se metería por esa causa.

«Beneficios y problemas», Lia pensó en la frase que su padre siempre repetía cuando una buena recompensa siempre acarreaba a malas consecuencias.

—¿Por cuánto tiempo sería? —La pregunta de Mila salió cortando un poco la incomodidad, mientras que ambos hombres se observaron.

—No lo sabemos, pero el señor Brunel cree que el hombre necesitará que prepares a alguien de su confianza…

—O tal vez no. Al menos hasta que se resuelva los problemas internos —dictaminó David Brunel.

—¿Es seguro ir allá? —todos se giraron de golpe, incluso Mila abrió los ojos cuando Lia intervino—. Disculpen… pero es algo muy importante para que Mila tome una decisión…

Su amiga no pudo evitar sonreír, y el señor Brunel asintió.

—Por supuesto, gracias por preguntar señorita James, el Emir está en la responsabilidad de brindarle la seguridad requerida. Ella sería un punto importante en su gabinete, así que tendrá todo el respaldo posible.

—También, de que Kuwait es un país más liberal que este, no tendrás mucho problema con tantos parámetros. Además, no es que ocupes un cargo gubernamental, porque eso es casi imposible aquí… —añadió su jefe Almer como si quisiese convencerla.

—Claro… lo pensaré —respondió Mila tomando su copa y llevándosela a la boca.

—Quizás lo veamos hoy, pero no se hará la presentación hasta que tome la decisión del trabajo —agregó el señor Brunel—. Debo cuidar mis contactos.

El almuerzo terminó en unos minutos, y luego de que Almer diera las últimas indicaciones, se despidió de las mujeres.

—Hazme saber una respuesta pronto, si deseas llevar a Lia a la reunión de hoy, no tenemos problema con eso, es mejor que dejarla sola aquí, ¿no es así? —Lia escuchó el susurro del jefe de Mila cerca de ella, entre tanto el señor Brunel atendía una llamada.

Sabía que estaba tratando por todos los medios de que aceptará el trabajo, y estaba siendo muy astuto.

—Lo haré, no se preocupe.

Lia y Mila subieron a su habitación después de la despedida, y una vez entraron en ella, una se fue a tomar una ducha y la otra decidió dormir sin contemplación alguna. El cansancio ya había llegado a su límite y está noche de alguna forma, ambas tendrían que tomar una decisión importante…

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