Un día bastante movido con los clientes, me hizo regresar a la oficina después del almuerzo. Luego de la reunión con los empleados y la actitud del supervisor, he tenido una idea en mi cabeza. Claramente es una buena inversión, porque ella es una increíble empleada.
Miro alrededor y no veo a Gianna por ningún lugar. Camino hacia mi secretaria y en un intento de no escucharme molesto, me dirijo a la joven, que se sobresalta al ver que la pillé, metida en una página de citas.
—¿D-director, que necesita en estos momentos? —pregunta, nerviosa.
—Que me digas con cuantas personas saldrás el fin de semana —la miro con fastidio y ella traga grueso—. ¿Gianna no ha venido por aquí mientras yo no estaba?
—Ella estuvo por aquí, pero salió un momento a buscar algo para comer, director —responde asustada.
—Buen trabajo. Cuando regrese dile que pase directo a hablar conmigo—doy dos golpes suaves en su escritorio y antes de alejarme, le vuelvo a dirigir la palabra—. No me meto en la vida personal de