Capítulo 2

Mi cabello estaba recogido en una coleta alta, mientras mi cuerpo no tan lleno de curvas estaba cubierto por tan solo un sostén negro con unas bragas que cubrían solo lo suficiente. Mi piel blanca brillaba gracias al spray de brillos que me había colocado y mis ojos verdes se encontraban  perfectamente maquillados con toques dorados que lo hacían ver más profundos. 

Por lo general este tipo de ropa no era lo que generalmente utilizaba para mis presentaciones, pero esta noche debíamos adaptarnos a las reglas del dueño del local, pues después de todo él nos estaba pagando para que bailaramos esa noche para hombres realmente importantes. 

Sintiendo mi corazón martillear a una velocidad de vértigo me fui acercando a la parte trasera del escenario. 

Detrás de este el espacio no eran tan enorme, pero tampoco tan reducido, se limitaba a un pasillo que daba hacia la habitación principal en donde estaban nuestros casilleros y donde nos alistamos para poder salir, pero antes de cada presentación ellas se colocaban en los laterales del mismo y te observaban como si estuvieses haciendo la caminata de la vergüenza. 

Pero esa era su forma de ponerte nerviosa, para que cometieras un error en el escenario que comprometiera tu pago. 

Cosa que nunca había funcionado conmigo, pues a penas las observaba mientras me dirigía hacia mi lugar de entrada para dar inicio al show que había practicado con Analís durante la tarde. 

La música empezó a sonar lenta y persuasiva mientras ambas salíamos de los extremos del lugar hasta estar en el centro frente al tubo. 

Todo estaba a oscuras y un reflector iluminaba únicamente nuestro cuerpo y el tubo en donde nos elevaríamos como si estuvieramos realmente volando. 

Y simplemente me perdí, me dejé envolver por la música, por los toques de Analís, por la sensación de elevarse del piso y mantenerte en el aire por largos minutos como si estuvieras en las nubes. 

Y no reparé en la presencia de nadie más en el lugar, solo la de Analís sosteniendo mis manos y mis pies mientras elaborábamos las diferentes posiciones artísticas. 

Y cuando la música terminó y me quedé colgando de ella sonreí suavemente ante lo maravilloso que se había sentido volver al escenario. 

—Bien hecho —le susurré a la hermosa rubia de ojos azules mientras me dejaba caer en el piso. 

Ella solo me dio una corta sonrisa antes de tomar mi mano y colocarnos una al lado de la otra para hacer una leve reverencia. 

Y cuando el reflector apagó sus luces me percaté de que la sala estaba ocupada por al menos diez hombres que vestían con un traje impoluto, muchos de ellos aparentemente hechos a medida. Estaban alrededor de una mesa mientras sus manos ocasionaban estallidos llamados aplausos. 

Pero no era en ellos en lo que mi mirada permaneció por tanto tiempo. 

Fue en aquel hombre de pie a pocos pasos de la mesa, con sus manos en sus bolsillos, con tatuajes en un lateral de su cuello que lo hacían ver de una manera impresionante y con unos ojos que parecían témpanos de hielo, ojos que creí haber visto en algún otro lugar. 

Su rostro se mantuvo serio, sin ninguna expresión que me dejara saber que estaba pasando por su cabeza en ese segundo, y aunque por un momento quise continuar observándolo, Analís jaloneó mi mano para que fuera con ella detrás del escenario y no me negué. 

Al bajar de la tarima sentí por primera vez el latir apresurado de mi corazón en un ritmo violento que me advertía de que en cualquier momento se me podría salir por la boca. 

Analís silenciosamente me cuestionó si estaba bien y lo supe al ver cómo sus ojos se enfocaban directamente en los míos. 

—Estoy bien —susurré soltandome de su mano para encaminarme hacia el camerino que debía encontrarse vacío, ya que todas las chicas estaban alrededor del pasillo. 

Al entrar me senté casi de inmediato en uno de los sofás y respiré profundamente. 

Ni siquiera sabía por qué me sentía de esa forma. Era como si una sensación de familiaridad me recorriera por completo, pero no podía ser posible. 

Definitivamente lo que pasaba por mi cabeza no podía ser posible. 

Intentando recomponerme, me puse de pie y me acerqué a la pequeña nevera que siempre se mantenía repleta de botellas de agua. 

El frío chocó con la piel desnuda de mis piernas, pero en ese momento era un respiro para el calor incesante y el nerviosismo que me cargaba. 

Una vez destapé la botella de agua me la bebí completa sin dudarlo y regresé al sofá controlando mi respiración lentamente. 

Definitivamente había ayudado, pero no del todo, pues aún podía sentir los vellos de mi nuca erizados y mi piel caliente. 

Y aunque quería irme a casa, no era algo que pudiera hacer, pues Liam claramente nos había dicho que debíamos permanecer en el lugar hasta que acabara la hora de la reservación. 

Por lo que mi culo se quedó plantado en aquel sofá por toda la noche mientras veía a las chicas entrar y salir sin siquiera darme una mirada. 

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