—¿Qué estás haciendo aquí? —Termino la llamada de golpe con las chicas y me aproximo hacia el castaño sonriente y despreocupado que estaba frente a mí— ¿Estás loco? Papá podrá tenerte demasiada estima, pero si se entera que estás aquí, te matará.
Está loco.
Muy loco.
¡A todos nos van a matar!
—Excitante, ¿no? —Me guiña un ojo y yo solo lo miro indignada por su audacia o estupidez; la verdad, no lo sabía muy bien. Afortunadamente, había cerrado con llave y si a alguien se le ocurría venir, tendría que tocar la puerta.
Nos van a desheredar.
—¡Estás loco! —Tener que hablar en voz baja no me ayudaba en mi labor de insultar a Alex, quien parecía realmente divertido con toda la situación— Nos podemos meter en problemas por esto. Necesitas el trabajo y no quiero ser la culpable de que…
No puedo terminar la frase, ya que un par de labios carnosos y necesitados invaden los míos en un beso fuerte y pasional, acallando mis quejidos.
Haciéndome suspirar con solo un movimiento.
Dios, esos labios.