4. ¿Qué fue eso?

Samantha entró de prisa al salón de profesores. Tenía un espacio de una hora antes de la próxima clase, así que tendría tiempo para tranquilizarse y relajarse un poco, antes de tener que enfrentar al grupo de segundo semestre.

Se sentó en el viejo sofá ubicado en un rincón, al que no solía acercarse pero que en este momento le parecía más tranquilizador que sentarse en su escritorio. Deslizó los endemoniados tacones de sus pies, aquellos que se había obligado a tolerar desde que su 1.60 de estatura no resultaba nada intimidante para sus alumnos, y se acurrucó aprovechando la soledad.

Sacó su teléfono del bolso y acudió a la única persona que en ese momento podría ayudarle a entender si había enloquecido.

Tres timbres después, una somnolienta voz le contestó la llamada.

—Hola Sam… ¿Qué pasa? —contestó una voz femenina al otro lado de la línea.

—¡Normis! —chilló Samantha a su amiga, antes de caer en cuenta que en breve no estaría sola y bajó la voz de nuevo —. Normis, necesito tu ayuda, algo muy loco acaba de pasarme en el trabajo y no sé qué hacer.

—¿Algo muy loco? Eso es raro en ti.  Espera me despierto bien, Ramiro debió dejarme café por aquí cerca —Norma se desperezó en vivo, en plena llamada. Sam alcanzaba a oir como se movían las cobijas y Norma bebía algo. —Dios… esto está frío —murmuró Norma mientras acababa de despertarse.

—Oye, ya deberías estar despierta, van a ser las once de la mañana —se quejó Sam, mientras que Norma gemía en el fondo.

—Lo sé, lo sé. Pero anoche Ramiro junior estuvo muy inquieto. Nos dejó dormir solo un par de horas. Por suerte mi suegra pudo hacer relevo hoy y me dejó dormir desde las siete, hasta ahora.

Sam se encogió al oír que había despertado a Norma, pero no sabía a quién más recurrir, y no pensó que estuviera tan trasnochada. Se suponía que su bebé había sido un ángel desde que nació y no molestaba. O eso tenía entendido.

—¿Ramiro junior? ¿tu hijo no se llamaba Mateo? —le preguntó Sam, tratando de desviar el tema, y la culpa.  Norma se rio.

—Sí, anoche lo re bauticé Ramiro junior, porque cuando se le da por molestar es igualito a su padre —Norma terminó la frase entre risas y Sam se le unió —. Bueno, ahora ya estoy un poco más despierta.  Cuéntame que fue lo que pasó.

—¿De verdad? ¿No prefieres dormir un poco más? Puedo llamarte más tarde —dijo Sam, pero un carraspeo de Norma le dijo que mejor lo dejara y le contara lo que había pasado. Seguro que la curiosidad le estaba ganando al sueño —. De acuerdo, de acuerdo. La verdad es que he visto hoy a Eduardo… en mi salón de clase.

Una carcajada resonó del otro lado de la línea, Norma llegó a imaginarse cualquier otro   problema, menos uno tan poco probable.

—A ver, a ver. ¿Estás en la universidad? ¿No estás de pronto en tu cama, acabando de despertar? ¿No sería que lo soñaste? —preguntó Norma con algo de burla en la voz. Sam gimió al escucharla.

—Estoy en la universidad y estoy completamente segura de que no lo soñé, tuve toda una clase para comprobarlo.  En mi clase de quinto semestre tenía un clon de Eduardo, era un chico idéntico a él.

—¿En la clase de quinto? ¿Cómo es posible? Si no es nuevo, no tiene mucho sentido, deberías haberlo visto antes —Sam quiso responder, pero Norma la interrumpió. —A ver, antes de que me respondas, mándame a video llamada, quiero comprobar que no sea una broma y estés en tu cama burlándote de mí.

Sam puso los ojos en blanco, mientras ponía la videollamada, una despeinada Norma la recibía en la pantalla, mientras trataba de enfocar la vista.  Sam puso los audífonos, antes de que alguien entrara y escuchara la conversación.

—Mira, mira —dijo Samantha mientras giraba el teléfono y apuntaba a la entrada y a los escritorios de los profesores —. Sigo en la universidad.

—Ya veo, ya veo. —respondió Norma asintiendo, mientras se pasaba una mano por la nube de pelo alrededor de su cabeza. —entonces fue una alucinación en pleno salón de clases.

—Ojalá. Andrea, la secretaría me dijo que tenía un alumno que aplazó por dos años, imagino que es él. Me da miedo averiguar y enterarme de que es Eduardo vigilándome, o que es el hermano menor que nunca supimos que tenía. —dijo Sam mientras se frotaba los ojos con angustia.  Norma conocía el gesto, lo hacía cuando estaba alterada.

—Tranquila Sam. Debe haber alguna explicación racional.  ¿Estás segura de que es idéntico? ¿No encontraste diferencias?

—Pues, si vi algunas cosas diferentes.  Lo más sobresaliente son sus ojos. Tiene unos ojos verdes muy impresionantes y una mirada muy intensa. —Norma sonrió y comenzó a alzar las cejas de forma sugerente. Sam negó y se rio al verla. —Eso no es todo, parece que hace mucho ejercicio y se ve bastante musculoso —Sam sintió que se sonrojaba al recordarlo en su silla, con esa pose que parecía ocupar más espacio que lo que necesitaba en realidad.

—¡Oh vaya! Si es igual a Eduardo, más lo que me cuentas, ¡debe ser un Dios! —dijo Norma, tapándose la boca con la mano. Sam también se tapó la boca y asintió.

—La verdad si, el tipo es impresionante. Tanto que quedé clavada en el suelo cuando lo vi, como cinco minutos, pasando la peor de las vergüenzas desde que entré a este trabajo —contestó Samantha, bajando la vista totalmente avergonzada. Norma la miró con lástima, debió ser horrible para ella.

—Sam, tranquila. A parte del físico, ¿estás segura de que tiene algo que ver con Eduardo? Puede que solo sea una absurda coincidencia, o que tu subconsciente te haya traicionado. ¿Has estado extrañando a Eduardo en estos días? —preguntó Norma tratando de sonar conciliadora. Sam negó con la cabeza.

—La verdad, hace mucho que no pienso en Eduardo. En estos tres años después del divorcio, he perdido el apego poco a poco. Hace más de dos años que no lo he visto y desde que entré a trabajar aquí, solo he pensado en él por lo irónico de mi situación, pero en realidad no le he vuelto a extrañar, ni me he sentido mal por eso —contestó Sam bastante tranquila, lo suficiente para decirle a Norma que estaba siendo honesta.

—¿Entonces cómo te sentiste hoy al ver a tu alumno? —preguntó Norma tratando de analizar si notaba algún cambio en Sam.  Ella bajó la mirada y se acurrucó un poco más en el sofá.

—Me sentí asustada, solo quería salir corriendo. Como si la pesadilla del divorcio me estuviera persiguiendo. Eso fue tan horrible y fue como si lo hubiera revivido con una sola mirada —a Sam se le aguaron los ojos. Norma la acompañó en el proceso de divorcio, ya que Ramiro, su ahora esposo en aquella época fue el abogado que llevó el proceso. Eduardo fue tan intransigente, trató de alargar y complicar todo, al punto de que Sam tuvo que ceder la mitad que le correspondía de su apartamento para que el hombre la dejara en paz. Norma lo sabía, los conocía a ambos desde la universidad.  Pero su amistad con Sam se afianzó en el divorcio.

—Tranquila cariño —dijo Norma tratando de transmitirle confianza, mientras Sam sollozaba bajito —. Esa pesadilla no te está persiguiendo. Al menos no estamos seguras. Lo único que puedes hacer ahora es averiguar quién es el hombre de tu clase y si tiene conexión con Eduardo.  Si la tiene hablaremos con Ramiro a ver si hay algo legal que podamos hacer para alejarlo. Si no lo es, tendremos que pensar en cómo lidiarás con él.  Igual piensa que si es tu alumno, tú tienes la sartén por el mango, esta vez tú estás en la posición de poder y él debe acatar lo que mandes en tu clase.

Sam asintió y se enjugó las lágrimas. Había sido acertado hablar con Norma y ella tenía razón. Debía saber quién era el tipo y controlarlo desde esa perspectiva, ahora ella estaba en control y él tenía que ceñirse a lo que ella le pidiera en clase. Y si en últimas no podía tolerarlo, podría aburrirlo para que se fuera de la clase, para que aplazara o se transfiriera a otra universidad.

Esperaba que Norma pudiera continuar con la carrera de psicología que había tenido que aplazar por su embarazo, era la segunda que estudiaba, pero si la terminaba, definitivamente sería muy buena en eso.

—Tienes razón. Lo haré. Averiguaré lo que pueda —le dijo a Norma ya más tranquila. Ella le sonrió tranquilizando a Sam un poco más.  De un momento a otro, Sam escuchó a algunos profesores entrando a la sala. — Debo irme. Te llamaré cuando sepa algo más.

—De acuerdo cariño, que te vaya bien —le contestó Norma despidiéndose y cortando la video llamada.

Sam se sintió mucho mejor y ahora estando más tranquila comenzó a pensar en lo que haría. Primero tendría que ir con Andrea y sonsacarle más información. Tomando las cosas que tenía en su bolso que había descargado en el sofá, revisó los documentos y el listado que le había entregado la secretaria al iniciar la semana y encontró el nombre que no le sonaba familiar: David Castillo.

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