Capítulo 2
Jaime se quedó allí, atónito. Esa noche, para mi sorpresa, vino a recogerme por primera vez, con un pastel de almendras.

Pero aún no sabía que soy alérgica a las nueces. Todavía no podía notar la diferencia. Era Daniela a quien le encantaban las nueces, no a mí.

—Me preocupaba que te olvidaras cenar mientras entrenabas —me dijo, entregándomelo—. Así que te traje esto.

Lo hizo solo para que lo perdonara.

—Gracias —le respondí, asintiendo con una sonrisa educada pero vacía.

No esperaba que me quedara tan callada.

De regreso, me miró de reojo.

—¿Estás enojada conmigo?

—Ah...

Estaba demasiada distraída, pensando en quién tomaría mis responsabilidades cuando me fuera al Territorio del Norte.

—Perdón, me distraje. ¿Qué acabas de decir? —le pregunté.

Probablemente soné demasiado directa.

Él frenó de golpe y se giró hacia mí, sosteniéndome la mirada,

—¿Sigues enojada por lo del vestido?

—¿Ah? No, para nada. ¿Por qué piensas eso? —le pregunté sinceramente confundida.

Jaime se me quedó mirando unos segundos, y luego volvió a arrancar el coche cuando vio que estaba tranquila.

Aun así, su voz sonaba algo ronca.

—Catalina, antes no eras así.

Sí, he cambiado por completo.

El lazo entre Jaime y yo empezó a desgastarse desde que Daniela regresó a nuestra manada hace un año.

Discutimos varias veces por ella, pero Jaime siempre me decía que no exagerara, diciendo que ella era como una hermana para él.

La peor pelea que hemos tenido fue cuando me mostró los colmillos, atrapó mis garras en el aire y gruñó:

—¡Catalina, estás siendo ridícula! ¿De verdad crees que te habría elegido como mi pareja si tuviera algo con Daniela?

—¿Ni siquiera te das cuenta de lo que te pasaría si nuestro lazo se rompiera? No eres más que una omega débil, sin padres, sin familia, sin estatus. ¿Cómo crees que sobrevivirías en la manada sin mí?

No nos hablamos durante un mes y, al final, fui yo quien se tragó su orgullo y le pidió perdón.

Quizá la razón por la que nuestro lazo se rompió no fue solo por un momento. Se fue desmoronando poco a poco desde que Daniela volvió. Mi amor por él se había ido apagando durante el último año.

Por eso, esta vez no sentí nada, ni una chispa de emoción cuando vi a Jaime con Daniela.

—Antes no fui lo suficientemente atenta, pero no volveré a ser así. —le dije suavemente, mirándolo a los ojos con una sonrisa.

Lo dije porque él no sabía que yo ya planeaba irme para siempre.

Esa noche, mientras Jaime se duchaba, me topé con las fotos que Daniela acababa de publicar en sus redes sociales.

En la foto, ella llevaba mi vestido ceremonial, aferrándose a mi pareja como si fuera yo.

“Tan feliz de haber encontrado a mi pareja, no puedo esperar a que me marques.”

Muchas lobas de la manada le dieron un “me gusta”.

Algunas incluso comentaron: “¿Es el Alfa Jaime? Ese cuerpo musculoso se parece al suyo.”

Daniela le respondió con orgullo: “¡Por supuesto! Jaime me ama más que a nadie.”

Le di un “me gusta” con una sonrisa tranquila y me dispuse a dormir con tranquilidad.

Después de estar acostada un rato, sentí una calidez familiar acercarse, era Jaime.

Me jaló hacia su pecho, aunque su cuerpo estaba extrañamente frío.

—Catalina... —murmuró.

Pude sentir a su lobo agitándose, emocionado, ansioso por acercarse a mi loba. Una de sus garras rasgó de repente la tela delgada de mi pijama.

Me aparté, poniendo distancia entre nosotros, y le sujeté la muñeca con suavidad.

—Jaime —susurré—, estoy muy cansada... No puedo.

Casi nunca lo había rechazado antes, sin importar cuán agotada o destrozada estuviera.

Para él, el sexo siempre era la solución a cada pelea, como una forma de marcarme, y de callarme.

Le gustaba cuando lloraba, cuando le suplicaba que parara.

Y después, me abrazaba y me susurraba dulces mentiras al oído, rogándome que no sintiera celos de Daniela.

Pero esta noche no.

Algo dentro de mí había cambiado. Ya no deseaba que me tocara porque, en mi corazón, ya me había ido. Ya había partido hacia el Territorio del Norte, y él ni siquiera lo sabía.

Jaime se tensó al escuchar mi rechazo. No preguntó por qué.

A pesar que era un Alfa tan orgulloso y que nunca bajaría la cabeza.

Simplemente me dio la espalda y murmuró:

—Está bien.

Esa noche, pude sentir a mi loba llorar por la ruptura de nuestro lazo.

Cuando desperté al día siguiente, Jaime ya se había ido.

Vi en la mesa el desayuno que preparó, lo cual nunca había hecho antes.

Había una pequeña nota al lado:

“Para mi Luna.”

Me quedé mirando la nota, sin saber si reír o llorar. ¿Esto era amor? ¿Culpa? ¿O solo otro intento de hacerme callar?

Él había ignorado mis celos, diciéndome que era insensata. Y ahora me preparó un desayuno como si eso pudiera borrar un año de dolor.

Su voz llegó a través del enlace mental, suave y cariñosa:

“Mi querida Luna, dejé el vestido ceremonial para ti en el estudio. Pruébatelo y mándame una foto. Estoy seguro de que eres la loba más hermosa de la manada.”

¿Hermosa? ¿Para quién?

Después del desayuno, salí y compré un calendario de cuenta regresiva.

Arranqué una hoja.

Faltaban dos días.

Apenas dos días más, y lo dejaría todo atrás.

Volví a casa y empecé a empacar, sin prisa, pero con una determinación silenciosa.

Cuando vi ese asqueroso vestido, la rabia me invadió. Con las manos temblorosas, tomé unas tijeras y lo destrocé en pedazos, liberando la furia que me hervía por dentro.

Después tiré a la basura todas las fotos de nosotros.

Todos los libros que solíamos leer juntos.

Todos los regalos que me dio.

Uno por uno, los restos de nuestra relación fueron a parar a la basura.

Y, curiosamente, mi corazón dejó de doler. Solo estaba... en calma, como si estuviera vacío.

Después de borrar todos los recuerdos, sentí un alivio extraño. Se sentía frío, pero liberador. Decidí regalar todos los obsequios valiosos a mis compañeros del ejército. Ellos respondieron con entusiasmo a través del enlace mental, ansiosos por recibirlos. Vendrían a llevarse todo al día siguiente.

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