Capítulo 3
Comencé a guardar mis cosas en la maleta.

En ese momento, el mayordomo entró corriendo, con la cara llena de preocupación.

—Señorita Rossi, ¿ya vio las noticias?

Me mostró su celular, y en la pantalla apareció un titular en negrita que decía: "La protegida de León Vincent, Isabela Rossi, traicionó a su benefactor. La acusan de filtrar datos médicos confidenciales, lo que ha causado pérdidas millonarias al Grupo Vincent."

La foto que acompañaba la noticia era una de mi carnet universitario.

Justo después, apareció otra notificación: "Elina Harrington, tras la traición de Isabela Rossi, que provocó la caída de las acciones de Vincent Corporation, ingresó al hospital por una crisis nerviosa."

La foto mostraba a Elina, en bata de hospital, apoyada en una ventana, con una mirada de derrota.

¡Qué buena actriz y qué talento para calumniar!

Apagué el celular, cerré la maleta con la última prenda y seguí con lo que tenía que hacer.

La familia Derrick, el socio de León que siempre había querido apoderarse de la parte del mercado del Grupo Vincent, no perdió tiempo y aprovechó la ocasión para atacarnos públicamente.

Exigieron a León que cortara de inmediato todo vínculo conmigo, o de lo contrario, cancelarían un contrato millonario.

Elina, aprovechando la oportunidad, le llamó a León, con la voz quebrada y sollozando:

—León, por el bien de la familia Vincent, tienes que cortar todo contacto con ella. ¡Decile a todo el mundo que ya no tenemos nada que ver con ella! ¡Si no lo haces, todo se va a ir al carajo!

A las tres de la tarde, León Vincent convocó una rueda de prensa urgente.

León apareció frente a las cámaras y, con tono decidido, dijo:

—Lamentamos mucho lo que hizo Isabela Rossi. Lo que ella hizo no tiene nada que ver ni con la familia Vincent ni conmigo.

—A partir de ahora, cortaré toda relación con ella. Como hemos sido una familia por doce años, no voy a tomar acciones legales.

Miraba la pantalla de la televisión, viendo al hombre que había amado durante diez años. En ese momento, me sentí como un fantasma, completamente alejada de él. Mi corazón se rompió con cada palabra que salía de su boca.

Tomé una pluma y marqué en la última etiqueta que había pegado en la caja de seguridad: 99/99.

—León Vincent, esta es la última vez. La cuenta se cierra aquí.

En mi mente, volvían los recuerdos de aquella tarde, doce años atrás, cuando el incendio en el orfanato me lo quitó todo.

Fue él quien apareció como un ángel para rescatarme.

Me dio la mejor educación, me permitió estudiar medicina y, bajo su mirada, logré conseguir el trofeo con el que siempre había soñado.

Recuerdo cómo me acarició la cara, con una promesa solemne:

—Cuando seas grande, nos casaremos y te daré la boda más espectacular de Nueva York, para que seas la mujer más feliz del mundo.

Hicimos un contrato de favores: 99 actos de total obediencia o él me dejaría, y todo quedaría saldado.

Nunca antes había hecho algo así, pero en estos dos cortos años después de cumplir 18, él me abandonó 99 veces.

Ahora, me había echado de su vida por defender a otra mujer, mientras yo perdía a nuestro hijo. Y al final, me dio la humillación más pública y definitiva.

Mi corazón, junto con el bebé, se rompió con esa última traición.

Saqué del cajón mi certificado de independencia y mi pasaporte, que ya tenía preparados.

Guardé en una caja plateada los pedazos de mi trofeo roto, el reporte del aborto y la página del cuaderno con el número 99 escrito. Luego, se la entregué al mayordomo que esperaba afuera.

No me llevé ni una sola de las joyas que León me dio.

Le dije al mayordomo, con voz temblorosa:

—Por favor, dile a Vincent que...

Miré, por última vez, el apartamento de lujo donde había vivido los últimos doce años.

—La deuda ya está cerrada. Nunca más lo voy a ver.

Una simple Toyota me llevó al puerto.

Allí me esperaba un barco de investigación médica, rumbo a África.

Cuando la noche cayó, León volvió.

Ya no había nadie esperando, ni la luz encendida para él.

El aire estaba pesado, cargado de una extraña frialdad.

Cuando vio al mayordomo, le gritó:

—¿Dónde está Rossi? ¿Por qué no está aquí?Frank, con el rostro triste, le dio la caja plateada.

—Señor Vincent, Rossi dejó esto para usted. Me pidió que no la buscara.

León abrió la caja. Lo primero que vio fueron los pedazos rotos de su trofeo, esparcidos entre el contenido. Los apartó y encontró una hoja doblada: era el reporte del aborto...

Debajo de la hoja, encontré una página arrancada de un cuaderno, con una escritura firme que marcaba cada vez que él me había herido.

Desde la primera hasta la 98, y al final, una línea destacaba la última: la 99, cuando él me humilló públicamente.

El mismo contrato que usó para manipularme, controlarme... cada regalo que me dio, cada promesa, ahora solo era una herida más en esa hoja.

Sus manos comenzaron a temblar, fuera de su control.

La caja resbaló de sus manos temblorosas y su contenido se dispersó por el suelo.

Se quedó ahí, inmóvil, sintiendo un dolor intenso en el pecho. Un gruñido de dolor salió de su garganta.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP