Con temor palpable pero también con una curiosidad que la impulsaba, Luisa avanzaba con cautela por el lúgubre pasaje de la cueva. A medida que se adentraba, la escasa luz que penetraba desde la entrada se iba desvaneciendo, sumiéndola en una oscuridad casi completa. El aire era espeso y húmedo, envolviéndola en un abrazo frío que le erizaba la piel.Cada paso que daba resonaba en el silencio de la cueva, su eco retumbando en las paredes de roca que la rodeaban. Luisa se esforzaba por controlar el latido frenético de su corazón, su mente llena de temores y expectativas mientras avanzaba en la penumbra.De repente, un mal paso la hizo tropezar y caer de bruces sobre el suelo pedregoso de la cueva. Un dolor punzante la recorrió cuando su cuerpo impactó contra la dura superficie, pero no tuvo tiempo para lamentarse cuando levantó la mirada y vio frente a ella a una criatura imponente, respirando con dificultad.El asombro y el miedo se mezclaron en su pecho cuando sus ojos se encontraron
Luisa se hundió ligeramente en la suavidad de la cama, encontrando un momento de paz en medio de la confusión que la envolvía. La tela suave y cálida la abrazaba, ofreciéndole un refugio momentáneo. Sin embargo, la calma fue efímera, y el deber de entender su entorno la impulsó a levantarse con rapidez, dejando atrás la comodidad reconfortante de las sábanas.Al ponerse de pie, sus ojos recorrieron la habitación con asombro. La luz matutina se filtraba a través del ventanal abierto, tiñendo el espacio con tonalidades doradas. Una brisa suave mecía las cortinas, revelando un cielo azul y sereno. Pero lo que realmente la dejó sin aliento fue la magnificencia de la habitación en sí misma. Los muebles finamente tallados, la delicadeza de los detalles decorativos y la amplitud del espacio la envolvieron en un aura de opulencia.La sorpresa se apoderó de Luisa cuando sus ojos se posaron en la figura del hombre que estaba en la puerta entre abierta de la habitación. Al principio, parecía un
Alistar se encontraba en un estado de fatiga. Había sido convocado al Palacio, suspirando y ya sabiendo el tema por el cual lo llamaban, solo podía resignarse con pesar e ir buenamente hacia el palacio. Ataviado con ropajes de la más fina calidad, Alistar se desplazó en un lujoso carruaje de color azul con el emblema de su familia, los cuales eran tres rosas azules. El trajín de la ciudad fluía a su alrededor mientras avanzaban por las calles empedradas, con los edificios altos y elegantes adornando el horizonte.Al llegar al Palacio, Alistar se adentró en los hermosos pasillos revestidos de mármol. La magnificencia del lugar siempre lo asombraba a pesar de que cuando era un niño y vivió bajo el cuidado de su majestad. A lo largo de su camino, una estatua imponente y radiante captó su atención: un dragón esculpido con meticuloso detalle, sus escamas parecían brillar con una luz propia. Alistar se detuvo frente a la estatua, observando las piedras preciosas incrustadas en su superfici
Alistair observó con creciente preocupación cómo el ánimo de Luisa se desvanecía día tras día. Sus sirvientes le informaron que apenas salía de la cama y pasaba la mayor parte del tiempo en reposo, aparentemente sin energía alguna. Además, empezaba a rechazar parte de sus comidas, lo que él mismo notó durante el almuerzo que compartieron. Inquieto por su bienestar, le preguntó – ¿No te agradaba la comida? – buscando entender qué ocurría.Sin embargo, la respuesta de Luisa fue un simple gesto de negación, acompañado de un comentario – Me disculpo, solo... no tengo mucha hambre últimamente.Inicialmente, él intentó restarle importancia al asunto, convenciéndose de que era solo una fase pasajera. No obstante, al persistir la situación, su preocupación fue en aumento, llegando a inquietarlo profundamente. ¿Qué sucedería si la salud de la mujer empeoraba?, ¿Cómo podría enfrentar una eventual enfermedad o algún otro percance? Surgió entonces en su mente la idea de que un cambio de ambiente
Luisa comenzó a abrir los ojos lentamente, sintiendo la fatiga que aún pesaba sobre ella tras la fiebre de la noche anterior. Recordaba vagamente las palabras reconfortantes del médico mientras la revisaba antes de que se sumergiera en un sueño agitado. Intentó sentarse en la cama, pero su debilidad le jugó en contra, apenas logrando incorporarse antes de que alguien acudiera en su ayuda.Con un suspiro de alivio, se apoyó en las almohadas que alguien había colocado detrás de su espalda para brindarle mayor comodidad. Al abrir los ojos por completo, se encontró con la figura de Alistair, quien la observaba con una mezcla de preocupación y gentileza.– Me disculpo si he causado algún problema – murmuró Luisa con sinceridad, sintiéndose culpable por el inconveniente que su salud frágil había ocasionado.– No te preocupes – respondió él con suavidad, su voz cálida y reconfortante – Fue solo un descuido, especialmente considerando tu estado de salud. Hablaré con las sirvientas que están
La epopeya de un valiente héroe y su intrépido séquito, embarcándose en una travesía legendaria destinada a derrotar al malévolo Señor Demonio, ha sido narrada a lo largo de los siglos. Aunque la composición del grupo puede variar en número y en habilidades, una constante se mantiene: los protagonistas indiscutibles de esta saga, un héroe cuyo coraje trasciende las fronteras de la imaginación y una santa bendecida por los mismos dioses.En medio de esta narración épica, el temible Señor Demonio emerge como el antagonista supremo, personificando la encarnación de la maldad pura. Su derrota se convierte en el único camino hacia la restauración de la paz y la armonía tan anhelada por el pueblo. Los corazones del héroe y la santa se unen en un deber sagrado, un compromiso inquebrantable con la protección del imperio y sus habitantes, un deber que los guía a través de peligros inimaginables y desafíos que ponen a prueba su determinación en cada paso de su travesía.………………
El Imperio era un testimonio magnífico de la inquebrantable perseverancia humana en todo su esplendor. Durante décadas, generación tras generación, sus habitantes habían luchado incansablemente contra un amplio abanico de amenazas que amenazaban la armonía de sus vidas. Las calles de la capital eran una exhibición de orden y pulcritud, revelando la dedicación inquebrantable de sus ciudadanos para mantener la belleza y la limpieza en cada rincón de su amada ciudad y en el epicentro de esta majestuosa urbe se erguía el colosal palacio de la familia imperial, un monumento a la grandeza y el poder. Sin embargo, esta relativa paz y prosperidad que disfrutaban los habitantes del Imperio no era un regalo del destino, sino el fruto del incansable trabajo del emperador, un líder visionario cuya sabiduría y determinación habían guiado al Imperio por tiempos turbulentos hacia la estabilidad y la prosperidad. A su lado, como la espada incuestionable del Imperio, se alzaba el duque Virtus, un homb
El viaje continuaba, y lamentablemente, debían abandonar ese pequeño oasis que se erguía como un refugio en medio de un entorno tan despiadado y hostil. Los rayos del sol del mediodía ardían en el cielo despejado, creando un calor abrasador que hacía que el aire vibrara con una especie de electricidad.El joven príncipe, de porte noble, había expresado su protesta en el momento en que se discutió la idea de abandonar tan confortable entorno. Su voz, marcada por la juventud y la autoridad, resonó en el oasis como una campana clara – ¿Por qué debemos dejar este lugar? Es un refugio en medio del este entorno horrible.Sin embargo, a pesar de sus palabras, parecía estar tratando de convencerse a sí mismo de que la decisión de continuar era la correcta. Miró el horizonte árido y suspiró, como si estuviera luchando internamente con la necesidad de seguir adelante en aras de la misión que se autoimpuso.Claro que Eleanor, observaba todo esto desde la distancia, sus ojos vivaces y perspicaces