El inicio de una historia: séptima parte.

El sonido de la puerta al abrirse rompió los pensamientos de Eleanor y la saco de sus recuerdos, y se puso de pie al ver que la primera figura en entrar era sorprendentemente familiar. Acompañado por Maximiliano, se presentó alguien imponente, de porte majestuoso, que tenía una mirada profunda.

La figura misteriosa se adelantó y se presentó con solemnidad – Mi hermano me habló de usted. Me presento, soy Maximus Leonhart, rey del reino demonio – Sus palabras resonaron en la sala, llenas de autoridad y respeto, mientras su mirada se posaba en la santa.

Ella, sin poder evitar sentirse un poco abrumada por la presencia del rey demonio, le respondió con una inclinación respetuosa de la cabeza – Es un honor conocerlo, su majestad – dijo con calma, consciente de la importancia de la reunión. La conversación que se avecinaba tenía el potencial de cambiar el curso de los acontecimientos en el reino demonio y en el imperio humano.

La majestuosa figura se alzaba ante Eleanor, una criatura que evocaba la imagen de un león dorado bajo los rayos del sol. Sin embargo, las semejanzas con un león se detenían ahí, pues el rey demonio exhibía rasgos distintivos que le conferían un aura única y sobrenatural. Dos cuernos, elegantes y curvados hacia arriba, se alzaban desde su cabeza, otorgándole una apariencia poderosa. Además, en su espalda desplegaban un par de alas adornadas con escamas, similares a las de los dragones inmortalizados en las páginas de libros antiguos.

Eleanor observó con asombro el magnífico ser que tenía ante sí. La diversidad de las criaturas del reino demonio era deslumbrante, y el rey Maximus Leonhart encarnaba la majestuosidad de su pueblo. A pesar de su aspecto imponente, la santa no percibió hostilidad en su mirada. Era una oportunidad única para entablar un diálogo.

El imponente rey demonio, escuchó atentamente las palabras de Eleanor, su mirada dorada centelleando con curiosidad y un ligero escepticismo. No se anduvo con rodeos y planteó directamente su inquietud – Mi hermano me ha contado la situación, y no dudo de sus buenas intenciones, pero... quisiera saber ¿en qué podría beneficiarla mejorar nuestra imagen entre los humanos? – Su voz resonaba con autoridad y franqueza.

Eleanor, sin titubear ni esquivar la pregunta, respondió con determinación – Cuando todo esto se solucione, por favor permítame quedarme en su reino. Sus palabras eran claras, expresando su deseo.

El rey Leonhart, sin dejar traslucir sus pensamientos de inmediato, consideró el pedido audaz de Eleanor – Ese es un pedido audaz – comentó, reconociendo la valentía de la santa al hacer tal solicitud.

Ella sin perder la sinceridad en sus palabras, añadió con humildad – Sé que es un pedido importante, pero me gustaría que lo considere – Su voz reflejaba su genuino deseo de forjar una alianza entre esos dos mundos.

– Lo pensaré. Hasta entonces, por favor, disfrute de su estancia – El rey se retiró de la habitación, acompañado por Maximiliano, dejando a Eleanor en un momento de reflexión.

En el pasadizo, Maximiliano y Maximus caminaban lado a lado.

Maximus rompió el silencio – Max, ¿qué es lo que estás pensando sobre esa mujer? – preguntó con un tono serio y cauteloso.

Maximiliano, que estaba seguro de la sinceridad de Eleanor, respondió con convicción – No siento que intente algún truco. Pero, hermano, debemos recordar que el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.

El rey con una mirada escéptica, continuó,  – Eres muy confiado, hermano. Sé que el consejo está ansioso por fastidiarme y traes una razón para ponerlos a ladrar en mi puerta.

Maximiliano suspiró y trató de aliviar las preocupaciones de su hermano – No se trata de un truco, te lo aseguro. Eleanor es sincera y solo busca mejorar nuestra relación con los humanos. La estancia en su reino podría ser un gesto de buena voluntad.

Maximus miró a su hermano y suspiró aun sin poder creer en sus palabras.

– Mira, siento que esto pueda afectarte, pero si lo ves desde otra perspectiva, podría ser beneficioso para nosotros. Si empezamos a entablar buenas relaciones con el imperio humano, tal vez podamos comenzar a hacer negocios. Sabemos que el territorio de los humanos es abundante en recursos, recursos que no les sirven en nada a ellos, pero que el resto de las razas podría darles buen uso – Dijo el duque. La idea de forjar relaciones comerciales con los humanos no le parecía descabellada, pero entendía la necesidad de ser cautelosos.

– Entiendo lo que dices, Max y concuerdo en que podríamos beneficiarnos de esto. Sin embargo, debemos ser cuidadosos y asegurarnos de que nuestros intereses estén protegidos. Esa mujer a tus ojos parece sincera, pero no podemos dar nada por sentado.

Maximiliano asintió con aprobación – Tienes razón, hermano. No debemos bajar la guardia. Continuemos observando la situación y actuemos con cautela. Nuestro reino debe mantenerse fuerte y seguro – Maximiliano se sentía más convencido de los posibles beneficios que podría traer la relación con el imperio humano.

– Ese punto es muy importante, no podemos vernos débiles antes los demás reinos –  dijo el rey reflexionando sobre las posibilidades que se abrían ante ellos – Hacer un trato de comercio nos beneficiaría enormemente y ciertamente deseo mejorar la calidad de vida de nuestros ciudadanos – Maximus asintió, reconociendo la importancia de aprovechar esta oportunidad.  – ¿Pero quién cuidará de la santa? –  preguntó, señalando un tema crucial. Llegó a la conclusión de que los beneficios eran demasiado valiosos para dejarlos escapar – Max, ya que tú trajiste a la mujer, te tocará cuidar de ella. Asegúrate de que se enamore de nuestro reino demonio y de que su estadía aquí sea placentera.

En el rostro de Maximiliano se dibujó una expresión de casi indignación mientras escuchaba a su hermano menor. Ciertamente, sabía que Maximus  era conocido por su obsesión con obtener la victoria en todo lo que hacía  “A veces olvido que mi hermano menor siempre juega para ganar", pensó en silencio, resignado ante la actitud de su hermano. Evidentemente planeaba quela santa se sintiera ligada al reino demonio y así reducir algún percance con los humanos en el futuro.

Maximus, siguiendo con su firme convicción, declaró – Si no vas a hacer las cosas bien, simplemente no las hagas. Ese es mi lema – Pero sus palabras revelaron una veta de inquietud que había estado rondando su mente –Sin embargo... no puedo dejar de pensar en algo que me molesta.

Maximiliano, perplejo por la súbita curiosidad de su hermano, repitió con escepticismo – ¿Qué es lo que te molesta?

El rey con una expresión reflexiva, continuó – Sí, me pregunto... ¿qué podría haber llevado a la santa a no querer quedarse en el Imperio?

Maximiliano, con un tono más tranquilo, buscó hacer entender a su hermano menor – Maximus, a veces tiendes a analizar las cosas en exceso. ¿Acaso has olvidado cómo es ser joven? ¿Recuerdas cuando eras un joven apasionado y decidiste escapar del palacio?

Maximus, en su afán de justificar su curiosidad, intentó argumentar – Eso fue diferente. Regresé a casa después de un tiempo para asumir mis responsabilidades.

Maximiliano, con un toque de sabiduría acumulada a lo largo de los años, concluyó con serenidad – Bueno, ¿quién te dice que la santa no hará lo mismo? A su debido tiempo obviamente. No perdamos la perspectiva y no saquemos conclusiones apresuradas.

………

Eleanor había recibido la noticia de que se quedaría en la mansión del duque Maximiliano en la capital, una idea que le complació mucho ya que se había acostumbrado a la presencia y protección de su guardián. Mientras se organizaban los preparativos para su estancia en la mansión, Maximiliano decidió llevarla a dar un paseo por la capital. Aunque ella ansiaba pasear tranquilamente, el duque insistió en que debían ser precavidos y optar por el carruaje para evitar llamar la atención.

Maximiliano le explicaba ocasionalmente detalles sobre la vida en la capital y le señalaba edificios y lugares de interés, haciendo que el paseo fuera una experiencia educativa además de asombrosa. La calidez de su compañía y su disposición a responder preguntas hacía que ella se sintiera más segura y cómoda en este nuevo entorno, mientras contemplaba el mundo colorido y diverso que se desplegaba ante sus ojos.

El carruaje se deslizaba con suavidad por las concurridas calles de la capital demoníaca. A través de las ventanas, Eleanor observaba con asombro la bulliciosa actividad en las calles mientras escuchaba las explicaciones de Maximiliano sobre la vida en la ciudad. Grupos de enanos discutían acaloradamente sobre los precios de las gemas, mientras elfos de elegantes atuendos paseaban con gracia. Demonios de variadas formas y tamaños se mezclaban con otras razas, creando un mosaico de diversidad cultural.

La santa se maravillaba ante la armoniosa convivencia de todas estas razas. La simple observación le había revelado que la coexistencia era un hecho cotidiano en el reino demonio, un lugar donde cada uno podía ser quien era sin temor al prejuicio. La diversidad de las criaturas que poblaba las calles la dejaba perpleja, y se sintió agradecida por la oportunidad de presenciar este mundo.

Al llegar a la majestuosa mansión, Maximiliano y Eleanor fueron recibidos por una legión de servidores del duque. La magnificencia de la residencia impresionó a la invitada, quien se sintió como en un cuento de hadas. Los sirvientes, meticulosos y atentos, se esforzaron por garantizar que se sintiera cómoda y bienvenida.

A Eleanor le asignaron una hermosa habitación, decorada con muebles exquisitos y una amplia cama con sábanas de seda que prometían un agradable descanso. Las sirvientas de la casa se apresuraron a atenderla, ofreciéndole un relajante baño perfumado y ropas limpias y elegantes. La santa pronto se encontró vistiendo un bonito vestido de corte sencillo que resaltaba su belleza natural.

Mientras se contemplaba en el espejo, Eleanor se sintió agradecida por la amabilidad y generosidad que le habían mostrado desde su llegada al reino demonio. La comodidad y el lujo de la mansión la hicieron sentirse como una invitada de honor en un mundo completamente diferente, pero sorprendentemente acogedor.

Después de descansar, Eleanor fue invitada a un almuerzo abundante en compañía del señor de la casa. Quedó impresionada por el esmero que se había puesto en la elaboración de los alimentos. La mesa estaba adornada con espléndida vajilla y una variedad de platos exquisitamente preparados que despertaron su apetito.

Durante la comida, Maximiliano emitió una disculpa que desconcertó a Eleanor, llevándola a preguntar por qué se disculpaba. Maximiliano con sinceridad se explicó – Me disculpo por no permitirte disfrutar de la ciudad por un tiempo.

Ella aceptó la explicación, aunque no entendía del todo por qué su presencia podría afectar a la paz y tranquilidad de los ciudadanos. La curiosidad la embargó y lo expresó abiertamente.

Maximiliano viendo la duda en ella pregunto – ¿Realmente desconoces la razón? – Eleanor asintió con la cabeza, y fue entonces cuando Maximiliano planteó una cuestión seria – ¿Qué saben los humanos sobre la guerra con los dragones? – Un tono de seriedad llenó la habitación, dejando a la santa intrigada y ansiosa por entender mejor la situación.  

Ella decidió compartir una versión resumida de la leyenda que se contaba en el Imperio, mencionando que tres héroes habían participado en la guerra durante la ascensión del dios de los dragones y cómo todas las razas se habían unido para combatir ese desastre.

Maximiliano la escuchó atentamente, su expresión seria y pensativa, como si estuviera organizando sus ideas en su mente. Mientras ella hablaba notó un destello de curiosidad en sus ojos.

 – Santa Eleanor, lamento tener que decir esto, pero... la razón por la que escondí tu existencia durante todo el viaje es porque las demás razas suelen sentir apatía hacia los humanos.

Eleanor escuchó atentamente, pero su curiosidad no pudo contenerse, y preguntó – ¿Qué hicieron exactamente los humanos en esa guerra? – El interés en los acontecimientos pasados y la relación entre las razas comenzaba a llenar el ambiente y ella ansiaba aprender más sobre la historia que se ocultaba en el corazón de este reino demoníaco.

– Sabes, lo que viste durante el viaje, la convivencia pacífica de diversas razas, también se pudo ver en el reino humano, en un pasado muy lejano... pero todo cambió cuando un humano desató la gran guerra, traicionando a su propia raza y convirtiéndose en el receptáculo del dios dragón. Esa guerra alteró el modo de vida de todos, y muchos perdieron demasiado en ese evento – Su voz reflejaba la gravedad de esos acontecimientos lejanos – Después de aquel incidente, todos miraron a los humanos con apatía, abandonando el territorio humano. A su vez, los humanos al sentirse rechazados por el resto del mundo, se encerraron en su imperio y su interacción con las otras razas se vio minimizada – explicó Maximiliano. Las palabras llevaban consigo el peso de una historia que había dejado cicatrices profundas en las relaciones interraciales y que, a los ojos de Eleanor, comenzaba a adquirir un nuevo significado.

Ella había escuchado una verdad tan impactante que le costaba asimilarla por completo – ¿Qué ocurrió al final de la guerra? – preguntó con curiosidad y un toque de ansiedad en su voz.

– Nuestros registros cuentan que fue una masacre unilateral. Los dragones, que antes habían sido tratados como una especie servil, se alzaron contra todos. Con el poder de su dios, ascendieron a la categoría de raza y hoy se les reconoce como tal. Fundaron su propio reino en una isla flotante, que ahora es conocida como uno de los reinos más ricos y poderosos de todos", explicó Maximiliano. Su voz llevaba consigo un matiz de pesar por los eventos que habían ocurrido –De hecho, la relación de los dragones con el resto del mundo es bastante buena, aunque existen algunos grupos de dragones que ven al resto de las razas como inferiores.

– No esperaba que hubiera una historia tan complicada detrás – expresó Eleanor, su voz reflejando sorpresa y empatía por la compleja historia que Maximiliano le había revelado.

Maximiliano asintió con tristeza – Es solo una parte resumida de un fragmento de nuestra historia. Sabes, lo de la guerra pasó hace tanto tiempo que es simplemente una historia antigua, pero lamentablemente algunos rencores se arraigan demasiado en la gente. Incluso en mi propia raza, hubo un tiempo en el que los dragones fueron temidos y en parte, odiados... Hasta que se limaron asperezas y la sangre de la familia imperial se mezcló con la de un dragón. ¿Viste a mi hermano, verdad? Algunas veces la sangre de nuestro ancestro dragón se manifiesta en alguno de nosotros.

Eleanor reflexionó sobre las palabras de Maximiliano mientras observaba el rostro de su anfitrión – El señor Maximiliano parece que no ha heredado ningún rasgo de su antepasado – comentó de manera vagamente curiosa.

Maximiliano, con una expresión tranquila pero ligeramente, respondió –Heredé algo de mi ancestro, solo que no es algo que pueda mostrar libremente en un entorno pacífico.

La respuesta de Maximiliano generó una sensación de intriga en Eleanor y pensó que tal vez que su presencia aquí tenía un propósito más profundo, y tal vez era guiada por fuerzas más allá de su comprensión.

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