Magnolia bajó la mirada, sin atreverse a mirarlo, y susurró: —Pero no quiero que nadie se entere de que estoy embarazada.
Al menos no hasta que ella y Ricardo finalizaran el proceso de divorcio.
David se sintió confundido por su insistencia y, con cierta irritación, preguntó: —¿Por qué? ¿Acaso el papá del niño te va a causar problemas?
Magnolia negó con la cabeza, mirándolo con ojos suplicantes. —No, no es eso. Hermano, te lo ruego, ayúdame a mantenerlo en secreto, ¿vale?
Con esos ojos tan grandes, redondos como almendras y brillando con una luz tan inocente, ella parecía un gatito consentido.
Frente a esa mirada, David apenas resistió tres segundos antes de ceder. Bueno, ella podría hacer lo que quisiera; después de todo, era su adorada hermanita.
A lo largo de esos últimos años, le debían demasiado a Magnolia, y ahora que ella tenía una petición, ¿cómo podría él negarse?
En cuanto a la autoridad de los mayores... Vaya, ¿quién se alimentaba de eso? ¿Qué tan importante era en comparaci