La señora Vargas estaba enfadada, —¡nunca puedes casarte con mi hijo!
—Te vuelves a equivocar, no tengo intención de casarme con tu hijo, pero tiene mucha cara persiguiéndome. Me has recordado que si realmente quiere volver a casarse conmigo, puede considerarlo si está dispuesto a apellidarse Ruiz.
La señora Vargas gritó al instante, —¡Magnolia Ruiz, no sueñes!
—Entonces, vamos a ver.
Magnolia colgó enseguida, y pudo pensar en la cara que pondría la señora Vargas en ese momento.
Bueno, estaba contenta Magnolia.
Seguramente era más feliz basar el propio placer en el dolor ajeno.
Echar a una pesada era algo agradable.
La Amarilanda quería utilizar a la señora Vargas, luego ella llevaría a la señora Vargas de vuelta a Ciudad Norte.
A la hora del almuerzo, Magnolia estaba comiendo cuando se le ocurrió que su hijo también tenía hoy su primer día de colegio y se preguntó si estaba acostumbrado a la comida del colegio.
Acababa de pensar eso cuando recibió una llamada del jardín de infancia.
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