22.
El ama de llaves no tarda mucho en arreglar la cama y mullir las almohadas para que el guardia deposite el cuerpo de la mujer. Pese a que no estaba a favor de lo ocurrido, la señora Galindez revisa a Cirice, pasa su mano por su rostro, preocupada, y le pide al guardia que salga de la habitación mientras ella sigue arreglando todo a su alrededor.

—Gracias —dice Cirice con la voz entrecortada, fingiendo hacer un esfuerzo sobrehumano para intentar generar empatía en la anciana que no tenía agrado por dejarla pasar.

De inmediato la mujer se acerca y se sienta en el borde de la cama, la ve con preocupación y la toma de la mano con calidez.

—No agradezcas, por lo menos no a mí, el doctor no debe tardar. ¿Necesitas algo? —La señora parece sincera, supongo que lo único que buscaba es seguir algún protocolo, alguna orden donde los desconocidos debían de ser tratados con más rudeza, pero al entrar en la casa, no hay mucho que hacer más que dejar que las cosas pasen.

Retorciendo su rostro dr
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