23.
—Te ves hermosa. —La señora Galindez lo dice con emoción y los ojos llenos de ilusión, tal vez recordando sus años de juventud, cuando ella se vestía con los mismos vestidos causando sensación entre los caballeros. Una pequeña regresión que llenó su corazón de ilusión y Cirice lo identifica como nostalgia—. Anda… es hora de desayunar, debes de estar hambrienta. —Terminando con sus pensamientos se dirige hacia la puerta con la sirena detrás de ella—. Abajo ya están el señor Tavernier y un invitado, el príncipe Carlos II de España.

Cuando dice eso la ama de llaves, Cirice se detiene por un momento consternada, no es cualquier invitado. Prosigue con su andar descendiendo por las escaleras y atravesando el gran recibidor del lugar.

Ayer, entre sus mentiras y querer aparentar estar enferma, no se había dado cuenta de lo grande que es la casa por dentro y lo elegante: piso de mármol veteado y columnas tipo romanas que sostienen el piso de arriba, cuadros de pintores desconocidos en todas
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