—¿Qué dices? —pregunta aturdido.
—Es ella, mi Marta iba en ese avión. —dice con voz temblorosa y se quiebra.
Minutos atrás, justo cuando Ofelia iba a contarle a los niños aquella media verdad, es interrumpida por su marido.
—¡Ofelia! —dice recostándose en el marco de la puerta, con el rostro pálido.
—Sí, Luis, dime. —pregunta confundida.
—Ven, por favor. Tengo, tengo algo que decirte. —Aquella actitud es muy rara, por lo que Ofelia se levanta de la cama y antes de salir le dice a sus nietos:
—Ya regreso, coman sus galletas y su helado.
Visiblemente preocupada, la mujer sale de la habitación y se dirige al dormitorio de al lado.
—¿Qué ocurre Luis? —pregunta.
—Cierra la puerta, por favor. No quiero que los niños oigan lo que debo decirte.
—Me estás asustando, por Dios —entre junta la puerta y se acerca.
—¡Es Marta! —exclama en voz baja.
—Termina de decirme que pasa con mi hija.
—El avión donde iba —los ojos de Luis, se llenan de lágrimas, se quita los anteojos y