A medida que pasaban las semanas, Clara y Lucas se enfrentaron a un dilema creciente. La novela de Clara había comenzado a recibir elogios, y Lucas se preparaba con entusiasmo para su esperada exposición de arte. Sin embargo, la presión de sus respectivas carreras comenzó a afectar la dinámica de su relación. La intensidad de los logros y las expectativas de los demás se interponían entre ellos, creando una distancia que ambos sentían, aunque intentaban ignorar.
Una noche, mientras cenaban en un acogedor restaurante, Clara notó que Lucas estaba particularmente distante. Observó su expresión, y se dio cuenta de que su mente parecía estar a kilómetros de allí.
—¿Qué te pasa? —preguntó, su preocupación palpable en la voz.
Lucas dejó caer los cubiertos sobre la mesa y suspiró, mirando hacia el vacío. —No lo sé, Clara. Todo esto es demasiado para mí. La gente espera tanto de mí, y a veces siento que no puedo cumplir con eso —admitió, su voz cargada de frustración y cansancio.
Clara sintió