Hans se sentó a un lado sin decir ni una palabra. Permaneció en silencio hasta que Sandra le propuso una copa:
—Señor Rivera, brindo por ti.
Hans levantó ligeramente la cabeza y examinó su forma de vestir con sus ojos claros y profundos. Dijo fríamente:
—Ese estilo de vestir no te queda bien.
Darío apretó un poco los puños al escuchar las palabras.
Sandra no entendió sus palabras y preguntó:
—¿No es apropiado?
Hans no le respondió. En cambio, bajó la cabeza y sirvió comida para Esperanza.
Sandra se quedó allí sosteniendo su copa, sintiéndose un poco avergonzada. Durante toda la cena, Hans no bebió ninguna copa de alcohol. Le preguntó a la pequeña:
—¿Estás llena ya?
Esperanza eructó y asintió con su pequeña barbilla:
—Sí, estoy muy llena.
—Trae una pieza de sandía y nos vamos.
A Esperanza le encantaba la sandía, así que extendió su pequeña mano y tomó un trozo. Hans se levantó y dijo a los presentes:
—Esperanza tiene sueño y la llevaré de vuelta primero. Que disfruten la comida.
Justo c