En realidad, no tenía la confianza en que Hans no la devolviera a las manos de César.
Acababa de golpear la cabeza de César con el cenicero y no podía ni imaginar qué le pasaría si él la atrapaba de nuevo... César era conocido por ser vengativo…
Su vestido quedó hecho jirones, dejando al descubierto parte de su hombro y clavícula blancos y hermosos. Se acercó al regazo de Hans, rodeando su cuello con brazos ardientes y besándolo con pasión y esfuerzo.
Hans agarró su muñeca, intentando a apartarla. Pero escuchó la voz débil y temblorosa de la chica:
—Hans, no me dejes…
Una lágrima cayó sobre los labios de Hans, y pudo saborear su salinidad. Después de presenciar el sufrimiento de Dafne, creía que debería sentir satisfacción y alegría por la venganza. Sin embargo, la salinidad de la lágrima se convirtió en amargura en su corazón…
¡Dong, dong, dong!
Alguien estaba golpeando la ventana.
Darío frunció el ceño y respondió fríamente:
—¿Te atreves a molestar al señor Rivera?
—Señor, lo siento