Eran las ocho de la noche y Hans todavía se encontraba en la oficina. De repente, sonó su teléfono móvil. El número era del teléfono fijo de la villa. Era Esperanza quien llamaba:
—Papá, ¿te quedarás trabajando hasta tarde? ¿Por qué aún no has vuelto a casa?
Hans miró el pequeño cuaderno y finalmente su mirada fría se suavizó un poco. Respondió:
—Sí, puede que me quede hasta tarde esta noche. Tú ve a cenar primero.
—¡Ya he cenado! ¡Hoy el tío Alberto me cocinó un montón de platos que me encantan! ¡Incluso hay churros con chocolate!
—Esperanza… —interrumpió Hans de repente.
—¿Sí? ¿Qué te pasa, papá?
—Me dijiste que tu mamá te puso el nombre porque ella me extrañaba mucho, ¿verdad? —preguntó.
—Sí, mamá me dijo que amaba mucho a ti. Durante los años que no estabas a su lado, te extrañaba aún más que lo hacía yo.
Hans guardó en silencio durante varios segundos, luego respondió:
—Está bien. Ya lo sé.
Después de colgar el teléfono, Hans marcó otro número.
Aarón, quien recibió la llamada, no