Mi padre y mi hermano quisieron obligarme a entregarle el antídoto que desarrollé contra la plata, a mi hermana adoptiva Serafina, la hija de una sirvienta omega que murió intentando salvarnos.
Mi amor de la infancia y futuro compañero, Damián, incluso llegó a amenazarme con cancelar nuestra ceremonia de apareamiento si no lo hacía.
Sin embargo, me negué. Había desarrollado ese antídoto para honrar la memoria de mi madre, quién había muerto envenenada por plata.
—Beta real, he decidido presentar mi investigación sobre el antídoto contra la plata ante el Consejo Alfa.
El beta real se levantó de su silla de un salto, la emoción irradiaba de cada poro de su cuerpo.
—¡Excelente, señorita Blanco! Su antídoto salvará a cientos, tal vez, miles de lobos que sufren por envenenamiento con plata. Pero esta investigación requiere de al menos cinco años de aislamiento en los laboratorios del Consejo para perfeccionar la fórmula. Partiremos en poco más de una semana. ¿No necesita discutirlo con su familia antes de tomar una decisión?
—No es necesario —repuse, sonriendo con amargura.
Esa casa había dejado de ser mi hogar hacía mucho tiempo.
El año anterior, una pareja de sirvientes que trabajaba para nuestra familia, había sido asesinada por forasteros en el bosque. Mi padre sintió lástima por su hija omega, Serafina, y la llevó a nuestro hogar.
A diferencia de mí, que solo sabía trabajar en silencio, Sera tenía el don de ganarse a todos, por eso, en menos de un año con la familia Blanco, se convirtió en la chica adorada de todos.
No solo era mi padre quién la atesoraba como a una joya, mi compañero y mi hermano también empezaron a preferirla a ella antes que a mí.
Cuando Sera dejó caer al fuego, «por accidente», el collar que mi madre me había heredado y este quedó reducido a cenizas, mi padre dijo que debíamos dejar el pasado atrás, y, luego, tiró todo lo que le pertenecía a mi madre.
Serafina incluso quiso arrebatarme el antídoto contra la plata que había desarrollado para honrar la memoria de mi madre, ya que ella había muerto por envenenamiento por plata.
Para obligarme a entregarle mi investigación a Serafina, Damián, mi amor de la infancia y futuro compañero, llegó a amenazarme con cancelar nuestra ceremonia de apareamiento.
Nos conocíamos desde los cinco años. Cuando cumplimos dieciocho y nuestros lobos despertaron, descubrimos que estábamos destinados a ser compañeros, así que siempre creí que pasaríamos la vida juntos.
Pero ni siquiera tras el paso de los años, me había marcado oficialmente, y la ceremonia de apareamiento que me había prometido parecía cada vez más lejana.
Ni los lazos de sangre, ni el amor de la infancia, nada de eso importaba tanto como el lugar que ocupaba Sera en sus corazones.
Estaba cansada de luchar por migajas de afecto.
Esperaba que me dejaran ir, porque elegí alejarme.
***
Cuando llegué a casa, la escena era completamente opuesta a mi solitaria llegada.
El comedor bullía con la celebración. Mi familia había organizado una fiesta para Sera, conmemorando el primer aniversario de haberse unido a la familia Blanco.
Nadie recordó que ese día también era mi cumpleaños.
Después de la muerte de mamá, nadie volvió a darme regalos ni a celebrar conmigo nunca más.
Observé a mi prometido, Damián, y a mi hermano, Esteban, sentados a ambos lados de Sera, mirándola con sonrisas tiernas mientras le entregaban sus obsequios.
Mi rostro permaneció completamente inexpresivo al pasar junto a ellos con frialdad. Pero apenas había cruzado el comedor cuando la voz de mi padre me detuvo.
—Te dije que fueras a la Asociación de Sanadores y le transfirieras tu investigación sobre la plata a Sera. ¿Lo hiciste?
Pensando en que ya le había entregado todo al Consejo, asentí con la cabeza.
—Esa investigación ya no me pertenece.
Todos asumieron que me había rendido.
Entusiasmado, Damián abrazó a Sera.
—¡Esto es increíble! Ese antídoto podría revolucionar el mundo licántropo. Con esta patente nacional, te convertirás legítimamente en la Jefa de los Sanadores de la manada. Nadie volverá a burlarse de ti, ni a menospreciarte por ser una omega. Tu futuro académico y profesional están asegurados. ¡Felicidades!
Los observé con frialdad, a punto de darme la vuelta y marcharme. No obstante, Sera sacó un abrigo de piel y me lo ofreció con aparente generosidad.
—Alicia, gracias por todo lo que has hecho por mí. Hice este abrigo con la piel de una hiena que cacé yo misma, espero que te guste.
Le dio la espalda a los demás y dejó caer su máscara dulce, su rostro demostraba su intención de provocarme al susurrar.
—Te encantará, hermana. Después de todo, era tu mascota favorita.
Su postura era la de una ganadora.
Miré el pelaje del abrigo, encontrando el color extrañamente familiar. Entonces, el entendimiento me golpeó como un rayo: El abrigo estaba hecho de Max, mi perro, al que crie desde cachorro.
Después de la muerte de mamá, Max fue quién me ayudó a atravesar los peores momentos, así que era más que una mascota, era parte de mi familia.
Pero Sera lo había matado sin remordimientos y lo había despellejado cruelmente para hacer un abrigo.
Mi loba rugió de furia por dentro.
—¿Qué hiciste?
—Alicia, ¿por qué te enfadas con ella? Yo fui quien te dijo que le dieras la investigación. Si estás molesta, desquítate conmigo —Damián se levantó, mirándome con frialdad.
Sera se limpió las lágrimas, diciendo con la voz temblorosa. —Damián, no culpes a Alicia. Si hay algún culpable de todo esto, soy yo. Nada en esta casa me pertenece de verdad.
—Sé que Alicia siempre ha pensado que mis cosas son sucias. A pesar de que puse mucho esfuerzo en cazar esta piel y coser cada puntada a mano, no esperaba que le disgustara tanto. Lo siento, Alicia. Si no me quieres aquí, puedo mudarme hoy mismo, no vine aquí para destruir tu familia.
—De verdad, no quiero ser un parásito. Solo quería devolverle un poco de su bondad al señor Marcos. Lo siento...
—Sera, tus padres ya no están, así que esta es tu casa ahora. Si alguien intenta hacerte ir, yo seré el primero en impedirlo
—Esteban la atrajo hacia sí de inmediato.
Mi padre arrojó los cubiertos sobre la mesa, furioso.
—Todos estaban felices hasta que llegaste y arruinaste el ambiente. ¿Cuándo madurarás? ¿Cómo pude criar a una hija tan mezquina y maleducada? Sera es una omega dulce. ¿Ni siquiera puedes tolerarla?
—Ponte el abrigo que Sera hizo para ti ahora mismo y pídele disculpas.
Aunque ya había decidido irme de esa casa asfixiante, al ver el asco en los ojos de mi propio padre, mis manos temblaron sin control. Sentí como si mi corazón estuviera siendo apretado por un puño invisible.
Forcé las palabras a salir entre dientes.
—No, no lo haré.
En cuanto esas palabras salieron de mi boca, la garra de un lobo macho me lanzó al suelo con una bofetada brutal en el rostro.
Entonces, en medio su furia, mi padre tomó el abrigo de las manos de Sera y lo forzó bruscamente sobre mi cuerpo.
Max, que antes se acurrucaba conmigo para darme calor, ahora no era más que piel fría, por lo que en cuanto el abrigo tocó mi piel, me sentí físicamente enferma.
A medida que más partes del abrigo rozaban mi cuerpo, una sensación de ardor se extendió por mi piel.
¡Polvo de plata!
Sera había espolvoreado el abrigo con polvo de plata, qué mujer tan cruel y retorcida.
Todo ocurrió tan rápido que, antes de que mi loba pudiera reaccionar, la plata ya había comenzado a corroerme y quemarme. Mis piernas cedieron y me desplomé en el suelo.
Sera fingió preocupación.
—Alicia, ¿qué te pasa? ¿Quieres que llame a un sanador?
—No te molestes con ella. Claramente, está fingiendo para dar lástima. Continuemos.
Todos en mi familia me observaron retorcerme de dolor en el suelo con absoluta indiferencia.
Pero me negué a quedarme allí y morir, por lo que, con mi última pizca de fuerza, logré pedir ayuda de emergencia.
Miré el techo, entumecida, consolándome con palabras vacías:
«Pronto, solo serán diez días más».
Entonces podría irme de esa fría casa y dejaría atrás a esa gente podrida.
Teniendo unos parientes biológicos que me trataban como a una extraña, y un prometido falso con sus falsas promesas, era mejor terminar con todos ellos.