POV de Adriana
El miedo era algo que había aprendido a manejar, o al menos a disimular. Había tenido que ser fuerte por tanto tiempo que, a veces, me olvidaba de cuán frágil podía ser una persona bajo presión. Pero esa presión, esa constante sensación de estar siendo observada, de que cada paso que daba estaba siendo calculado por alguien más, se estaba convirtiendo en algo insoportable. Las amenazas se volvían cada vez más frecuentes y más directas, y aunque Diego intentaba tranquilizarme, la paranoia no me dejaba vivir en paz.
"Adriana, no te preocupes. Estoy manejando todo", me repetía Diego una y otra vez, pero sus palabras no aliviaban la ansiedad que me corroía por dentro. Cada vez que el teléfono sonaba, sentía un nudo en el estómago. Cada vez que alguien tocaba la puerta o llegaba un mensaje sin remitente, mi mente se desbordaba con los peores pensamientos. Cada sombra parecía tener un rostro familiar, y los lugares que antes me parecían seguros ahora se sentían peligrosos.
Pas