POV de Adriana
El auricular en mi oído vibraba con la respiración controlada de los hombres de Diego. Mi corazón latía con fuerza mientras observaba la transmisión de las cámaras de seguridad. Montoya estaba sentado frente a Diego, su sonrisa relajada, pero sus ojos afilados.
No me gustaba esto.
No me gustaba en absoluto.
—¿Tenemos confirmación de que sus hombres están aquí? —susurré por la línea.
—Sí —respondió Marco, uno de los hombres de Diego—. Hay al menos cuatro con él, pero podrían haber más en las sombras.
Diego parecía tranquilo, como si realmente estuviera disfrutando de su copa, pero yo sabía leerlo mejor que nadie. Había tensión en sus hombros, en la manera en que sus dedos descansaban sobre el vaso.
Montoya se inclinó hacia adelante, hablando en voz baja.
—¿Tienes el audio? —pregunté.
—Apenas. Está distorsionado —respondió Marco.
Maldita sea.
Miré por la ventana del auto. Estaba estacionada a unas cuadras del club, lista para entrar si las cosas se torcían.
—Asegúrense de