POV de DiegoEl sol aún no había salido cuando abrí los ojos. No había dormido mucho, pero eso no era nada nuevo. En este negocio, el descanso era un lujo que no podía permitirme.Adriana aún dormía a mi lado, su respiración tranquila contrastando con la tormenta en mi mente. Montoya había aceptado verme hoy, pero sabía que no lo hacía con buenas intenciones. Ese cabrón planeaba algo, y yo tenía que estar preparado.Me levanté sin hacer ruido y me dirigí al baño. Me miré en el espejo: ojeras marcadas, una barba de dos días y la mirada de un hombre que no podía permitirse un solo error.Montoya había cruzado la línea al reunirse con Nancy y Dave. Eso significaba que tenía su propio juego en marcha. Pero lo que más me jodía era no saber qué tan profundo llegaba su traición.Salí de la habitación y encontré a Javier en la sala, tomando un café como si no fuera casi de madrugada."¿Listo para hoy?" preguntó sin rodeos."Lo estaré." Me serví un poco de café y me senté frente a él. "¿Alguna
POV de AdrianaEl aire en la casa se sentía denso, como si el peligro acechara en cada sombra. Desde que descubrí la verdad sobre Montoya, Nancy y Dave, una sensación de urgencia no me dejaba respirar con tranquilidad. Sabía que debía decírselo a Diego, pero tenía que hacerlo con cuidado.Diego no era un hombre que aceptara traiciones con calma. La última vez que alguien intentó jugar con él, el resultado fue un baño de sangre.Y ahora, si le decía que Montoya estaba financiando a sus enemigos, podía ser la chispa que encendiera una guerra.Respiré hondo y revisé los documentos de nuevo, asegurándome de que no me estaba equivocando.Cada reunión. Cada transacción. Cada intercambio de mensajes ocultos.Todo estaba ahí.Montoya había estado moviendo dinero a través de cuentas fantasmas para fortalecer a Nancy y Dave. No quedaba duda de que estaban planeando algo grande.Pero, ¿qué tan cerca estaban de atacar?Encendí un cigarrillo y caminé hasta la ventana, tratando de organizar mis pen
POV de DiegoEl whisky sabía amargo en mi lengua, pero no tanto como la traición.Me quedé mirando el líquido ámbar en mi vaso, girándolo lentamente mientras mi mente analizaba cada detalle.Montoya lo sabía.Se dio cuenta de que Adriana lo estaba observando, de que algo en la dinámica había cambiado.Eso significaba que se movería rápido.Y si se movía rápido, nosotros teníamos que hacerlo primero.Me giré hacia Adriana, que estaba sentada en el sofá, con las piernas cruzadas y la expresión impenetrable.—¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que haga su primer movimiento? —pregunté.Ella exhaló suavemente y se pasó una mano por el cabello.—No más de una semana. Tal vez menos.Eso no era suficiente.Montoya no era el tipo de hombre que atacaba sin estar seguro de que tenía la ventaja. Si se apresuraba, significaba que ya tenía algo preparado.Y eso me preocupaba.—Necesitamos información. —Bebí lo que quedaba en mi vaso y lo dejé sobre la mesa con un golpe seco—. Si vamos a hace
POV de AdrianaEl auricular en mi oído vibraba con la respiración controlada de los hombres de Diego. Mi corazón latía con fuerza mientras observaba la transmisión de las cámaras de seguridad. Montoya estaba sentado frente a Diego, su sonrisa relajada, pero sus ojos afilados.No me gustaba esto.No me gustaba en absoluto.—¿Tenemos confirmación de que sus hombres están aquí? —susurré por la línea.—Sí —respondió Marco, uno de los hombres de Diego—. Hay al menos cuatro con él, pero podrían haber más en las sombras.Diego parecía tranquilo, como si realmente estuviera disfrutando de su copa, pero yo sabía leerlo mejor que nadie. Había tensión en sus hombros, en la manera en que sus dedos descansaban sobre el vaso.Montoya se inclinó hacia adelante, hablando en voz baja.—¿Tienes el audio? —pregunté.—Apenas. Está distorsionado —respondió Marco.Maldita sea.Miré por la ventana del auto. Estaba estacionada a unas cuadras del club, lista para entrar si las cosas se torcían.—Asegúrense de
POV de AdrianaEl rugido del motor llenaba el silencio tenso dentro del auto. Diego conducía con una mano en el volante, la otra aún envuelta en sangre—no la suya, sino la de Montoya. Sus nudillos estaban blancos de lo fuerte que apretaba el volante.Yo mantenía la vista en la carretera, aunque mi mente estaba en todo menos en el camino.Montoya había caído en la trampa de Diego, pero eso no significaba que la guerra hubiera terminado.—¿En qué estás pensando? —preguntó Diego de repente, su voz ronca.Giré la cabeza hacia él.—En lo que pasará ahora.Diego dejó escapar una risa seca.—Ahora Montoya sangrará como un perro herido… y los perros heridos son impredecibles.No podía discutir eso.Me acomodé en el asiento y pasé una mano por mi cabello, sintiendo el cansancio asentarse en mis huesos.—Nancy estaba allí —dije finalmente.Diego giró bruscamente la cabeza hacia mí.—¿Qué?—La vi en el pasillo trasero del club. Estaba esperando a Montoya.Diego maldijo en voz baja.—Por supuesto
Mi corazón martilleaba con fuerza mientras me abría paso entre las calles oscuras. Lo que Pedro había dicho aún resonaba en mi cabeza. Alguien más grande detrás de Montoya.Eso significaba que todo lo que habíamos visto hasta ahora era solo la superficie. Montoya no era la cabeza de la serpiente. Había alguien más, alguien con más poder, con más recursos… con un plan más grande.Tomé un taxi de regreso a la casa. No podía perder tiempo. Diego tenía que saberlo.Cuando llegué, los guardias en la entrada me dieron una mirada rápida antes de abrir las puertas. Crucé el vestíbulo con pasos rápidos, ignorando la tensión en el ambiente. Algo había cambiado.Cuando entré a la oficina de Diego, lo encontré inclinado sobre su escritorio, revisando documentos con el ceño fruncido.—Necesitamos hablar —solté sin preámbulos.Él levantó la vista. Sus ojos oscuros se posaron en mí con intensidad.—Dime.Cerré la puerta detrás de mí y avancé hasta quedar frente a su escritorio.—Montoya no está solo
POV de AdrianaLa noche se sentía más fría de lo normal cuando cerré mi computadora portátil y me apoyé en el respaldo de la silla. Había estado horas investigando a Eduardo Salazar, escarbando en cada rincón oscuro donde su nombre aparecía.Pero no importaba cuánto intentara conectar los puntos, había algo que no encajaba del todo.¿Por qué ahora?Sabía que Salazar tenía una historia con Diego, pero hasta donde yo sabía, nunca había movido una ficha en nuestra contra. ¿Por qué arriesgarse a enfrentarnos ahora?Encendí un cigarrillo y caminé hasta la ventana, observando las luces de la ciudad parpadear en la distancia.Tal vez la pregunta no era por qué ahora… sino qué lo había motivado a finalmente salir de las sombras.Mi instinto me decía que aún no lo había descubierto todo.Y si quería respuestas, iba a tener que ir más allá de los registros digitales.A la mañana siguiente, fui a ver a Diego a su oficina.Él estaba sentado detrás de su escritorio, con el ceño fruncido mientras
POV de DiegoEl sonido del vaso al chocar contra el escritorio resonó en la habitación. Mi mano se mantuvo firme mientras el whisky se agitaba dentro del cristal.—¿Quieres decirme otra vez lo que acabas de descubrir? —mi voz era baja, pero la furia contenida en cada palabra era evidente.Adriana estaba de pie frente a mí, con los brazos cruzados y la expresión tensa.—Eduardo Salazar no solo quiere destruirte, Diego. Quiere reemplazarte.La miré fijamente, sintiendo una oleada de ira recorrerme.Sabía que Salazar estaba moviendo fichas en mi contra. Lo que no había considerado era la posibilidad de que quisiera sentarse en mi silla.Eso no iba a pasar.—¿De dónde sacaste esa información? —pregunté.—Raúl Ortega.Me reí, pero sin humor.—Ese hijo de puta siempre ha sabido demasiado.Adriana asintió.—Y esta vez, lo que sabe puede salvarnos… o matarnos.Me pasé una mano por la cara, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.Si Salazar quería tomar mi lugar, significaba que n