POV de Diego
La puerta se cerró detrás de ellos con un ruido seco que resonó como un eco en mi mente. Me quedé de pie en mi oficina, incapaz de moverme, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Adriana… se había ido. No solo físicamente, sino emocionalmente, espiritualmente. Podía verlo en sus ojos. Esa mirada llena de determinación y resentimiento. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que algo tan puro entre nosotros se convirtiera en cenizas?
Mis manos temblaban mientras las llevaba a mi rostro, intentando recuperar la compostura. La furia y el dolor competían por el control de mi alma. Quería destruir algo, gritar, hacer que el mundo sintiera el mismo vacío que ahora me consumía. Pero, por encima de todo, quería traerla de vuelta. No podía, no debía, dejar que Robert me la arrebatara.
Caminé hacia mi escritorio y golpeé con el puño cerrado sobre la superficie de madera. Una pila de papeles cayó al suelo, y el sonido de los objetos rompiéndose me dio una frágil se