POV de Diego
La tarde tenía un aire pesado, casi sofocante, como si el universo conspirara en mi contra. Estaba en mi oficina, revisando unos documentos, pero mi mente no lograba concentrarse. Algo andaba mal, lo sabía. Desde hacía días había un malestar persistente que no podía sacudirme, una sensación de que todo estaba a punto de desmoronarse.
De repente, la puerta se abrió de golpe. Levanté la vista y ahí estaba él: Robert. Sus ojos eran dos llamas encendidas, su postura rígida, como si estuviera a punto de lanzarse contra mí. Cerró la puerta con un golpe seco y dio un paso hacia mi escritorio.
—Tenemos que hablar, Diego —dijo con un tono que apenas contenía su rabia.
Fruncí el ceño, desconcertado por su atrevimiento. Robert siempre había sido leal, o eso pensaba. Pero en ese momento, su mirada me decía otra cosa.
—¿Qué pasa contigo? —respondí, apoyando las manos sobre el escritorio.
Robert respiró hondo antes de hablar, como si estuviera tratando de controlar un torrente de emoci