POV de Diego
Esa noche no pude dormir. Mi mente giraba en círculos, atrapada en un torbellino de recuerdos y pensamientos amargos. Cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen de Adriana alejándose de mí, con esa mezcla de desprecio y dolor en su mirada. Me sentía atrapado, como un animal acorralado, incapaz de decidir si debía atacar o retroceder.
Adriana me odiaba, eso era evidente. Podía verlo en su lenguaje corporal, en la frialdad de su tono, en la manera en que se apartaba de mí como si mi presencia le resultara insoportable. Pero lo que más me dolía, lo que realmente me destrozaba por dentro, era la idea de que podría estar volcando su atención y sus emociones en Robert.
Ese hombre no merecía estar cerca de ella. Era un oportunista, alguien que había sabido aprovechar cada grieta en nuestra relación para colarse, como una sombra indeseada. Pero, por más que lo odiara, no podía culparlo del todo. Al final, la culpa era mía. Yo había permitido que las cosas llegaran a este punto