La vida para Keylen ahora es muy diferente, sí, pero mucho mejor también.
Si tiene el corazón roto por Dan, no se le nota, porque su sonrisa a cada cliente que entra al Ranging River Café dice todo lo contrario. Su jefe la adora, porque llegó en el momento más oportuno para buscar trabajo y la aceptó con embarazo incluido, porque no se podía dar el lujo de perder a una chica tan vivaracha.
-Hola, linda – le dice la señora Mains -. Hoy estás radiante.
-Buenos días, señora Mains, ¿qué se le ofrece hoy?
-Solo un café, por favor.
-Ya se lo traigo – pero antes de que se vaya, la mujer la detiene y le entrega un paquete -. ¿Y esto?
-Es un regalo para uno de mis tantos nietos postizos – le dice con alegría -. Espero que le guste a los dos, querida.
-No tenía que molestarse, pero muchas